Cuando entramos al local, un olor
fortísimo y desagradable azotó contra nosotros. Me dieron unas cuantas arcadas
aunque no me importaron cuando comprendí que había sido un éxito mi intento de
sabotaje. Kira se tapó rápidamente la nariz y comenzó a respirar por la boca
para no notar el desagradable olor, yo la imité.
-¿Qué es este olor? –preguntó
asqueada.
-Creo que el olor viene del
pastel. Nos ha salido mal.
-Dios, hemos creado un
matarratas.
Me reí ante su comentario y ella
cogió un cuchillo y partió un trozo del pastel.
-Pruébalo –me dijo mientras me
tendía el trozo que acababa de cortar.
-Ni harto de vino –solté
apartando el trozo de mi campo de visión.
-A lo mejor no está tan malo
–dijo bromeando.
-Entonces pruébalo tú –la
desafié.
Kira se empezó a reír y miró el
trozo con asco. Se lo acercó e intentó darle un pequeño bocado pero el olor le
causó una arcada.
-Está bien, tú ganas. Esto es
incomible –dijo mientras tiraba el trozo a la basura.
-No eres tan valiente, ¿eh?
–pregunté divertido por la situación.
-Has ganado esta batalla pero la
guerra la gano yo –dijo desafiante mientras cogía el plato en el que estaba el
pastel entero y lo tiraba a la basura.
-No me das miedo –le susurré muy
cerca de su oído.
-Pues deberías –añadió ella
dándose la vuelta y mirándome fijamente a los ojos.
-Yo creo que no –añadí
acercándome aún más a ella.
-Por mucho que te acerques, no
vas a conseguir intimidarme –respondió al ver cómo me acercaba a ella. Kira dio
un paso hacia delante quedándose a pocos centímetros de mi cuerpo. Podía notar
su respiración.
-Lo mismo digo, señorita –dije
bajando mi rostro para encontrarme de frente con el suyo.
Su respiración comenzaba a
agitarse y seguramente, ya tendría las bragas húmedas de tenerme tan cerca. Me
gusta sentirme poderoso con las mujeres. Sabía que podía controlarla con la
excitación.
Puse mis manos en sus caderas y
la mafiosa soltó un leve suspiró. Acerqué su cuerpo al mío. No se resistió. Le
aparté el pelo del cuello y acerqué mis labios lentamente a su oreja.
-¿A quién tienes que matar? –le
susurré de forma provocativa.
Kira se puso tensa, no esperaba
que le soltase eso tan a la ligera y menos en una situación como aquella. Se
humedeció los labios y apartó mi rostro para que me pudiera mirar a los ojos.
-Al presidente de los Estados
Unidos.
-¡¿Al presidente?! –pregunté
sobresaltado. Me esperaba cualquier respuesta pero jamás hubiera esperado
aquella.
-No grites –me ordenó tapándome
la boca con una de sus suaves manos.
-¿Por qué? –pregunté apartando su
mano.
-Porque hay espías por todos
lados.
-No, que porqué matar al
presidente.
-Ah, porque es el hombre más
poderoso del mundo. Este país es el que todos los demás temen porque saben que
tienen tantas bombas nucleares como para destruir todo este mundo.
-¿Y quién quiere esas bombas?
-Jeques árabes, dictadores…
personas con un gran poder económico que quieren tener algo con lo que amenazar
a los demás países y conseguir que sean de su propiedad.
-¿Quieres decir que todo esto lo
hacen por la avaricia? ¿Por sus ganas de poder?
-Sí.
-¿Y tú vas a ayudarles?
-Para eso he venido. Y tú ahora
que lo sabes, no puedo dejarte ir.
-¿En qué puedo ayudar?
-Me ayudarás a deshacerme de los
guardias que nos encontremos por los pasillos de la Casa Blanca.
-¿Por qué no te hospedaste en
Washington?
-Porque se me vería el plumero.
Al venir aquí, nadie se espera que quiera atentar contra el presidente.
-Muy astuta –admití mientras no
apartaba mi mirada de sus ojos brillantes.
-Gracias. Ah, por cierto, como me
delates, eres hombre muerto.
Nunca nadie había conseguido
intimidarme y ella no iba a ser la primera. Estaba intentando actuar con
normalidad porque metiéndome en su grupito de asesinos, conseguiría tener todos
los pasos que quisieran dar y así yo podría avisar a mi jefe para que actuase.
No sabría decir por qué pero esta situación me resultaba divertida.
-No te delataré –susurré dándole
un suave beso en la mano.
-Lo sé, porque si lo haces, te
delataré diciendo que has sido un cómplice y pasaremos mucho tiempo juntos en
la cárcel –añadió con tono amenazador.
-Es tarde, te llevaré al hotel
–dije intentando dar por terminado este duro día. Tan solo quería ir al bar de
siempre, conocer a alguna chica y llevármela a casa.
-Está bien. Mañana continuaremos
con la elaboración de pasteles.
Conduje hasta el St. Regis a toda
la velocidad que el pesado tráfico de la ciudad me permitía. Al llegar, dejé el
coche en doble fila y bajé para abrirle la puerta a Kira.
-¿No vas a acompañarme a mi
suite? –me preguntó con voz provocativa.
-Tienes a tus guardaespaldas, no
te pasará nada.
-Pasa que quiero que me acompañes
tú.
-¿Por qué?
-Porque ahora somos socios y un
poco de caballerosidad se agradece –dijo mientras acariciaba con sus dedos las
solapas de mi chaqueta.
Le cogí de la mano y nos
adentramos en el hotel. Le di las llaves del coche al aparcacoches y comenzamos
a subir las escaleras. Cuando llegamos a su piso, anduvimos por un estrecho y
largo pasillo con suelo de moqueta y cuadros elegantes por las paredes.
-Gracias por acompañarme –susurró
parándose frente a una puerta doble.
-Es lo que hacen los caballeros
–dije con un tono irónico.
-¿Te pasa algo? ¿Es porque te he
metido en todo esto?
-Me ha pillado un poco de
sorpresa no te digo que no.
-Ya sabes que debo proteger mis
espaldas por lo que todo el que sabe mis planes, tiene que formar parte del
plan.
-Lo sé.
-¿Quieres pasar a tomar una copa
de vino? –me preguntó haciéndome un gesto con la cabeza para que entrara.
-No, gracias. Quizás otro día.
-Por favor, lo pasaremos bien –me
susurró cerca de mi oreja.
-Mañana me quedaré todo el tiempo
que quieras –dije intentando deshacerme de ella.
-Como quieras –respondió
mordiéndose el labio inferior. La estaba volviendo loca.
Le di un beso en la mano y
desaparecí de aquel lujoso hotel. Me sentía algo incómodo cuando estaba con
ella. No sé si era porque era una mafiosa asesina o porque era una mujer
extraordinariamente hermosa.
Por otra parte, me sentía
orgulloso de mí mismo porque sin jugar sucio, había conseguido que quisiera que
yo le diera calor aquella noche. Aunque por falta de ganas no eran, tenía que
ser profesional y no dejarme llevar por el deseo carnal.
Conduje hasta la oficina y
aparqué el coche para coger el mío. Salí de allí a toda velocidad y me dirigí a
mi barrio querido. Aparqué tras dar varias vueltas alrededor de la manzana
buscando algún sitio libre. En cuanto lo encontré, aparqué de cualquier manera.
A estas horas de la noche, me daba igual si lo había subido a la acera o si lo
había dejado torcido. Bajé del coche con parsimonia y el aire del frío invierno
hizo que un escalofrío recorriese mi cuerpo. Me abroché los botones de mi
chaqueta y subí a mi piso. Estaba todo a oscuras. Encendí la luz del pasillo y
fui a mi cuarto. Me quité toda la ropa que llevaba y tras lavarme un poco para
quitarme todo el sudor, me vestí con ropa fresca y limpia. Me eché un poco de
mi colonia que volvía loca a cualquier mujer y bajé por las escaleras.
Tenía pensado cambiar de táctica.
Quería trabajarme a una chica y no que ella me trabajara a mí. Cuando entré en
el bar, pude notar un buen ambiente. Me senté en un taburete de la barra y pedí
un gin-tonic. Me lo fui bebiendo poco a poco mientras miraba a mis posibles
presas. Vi a una chica alta, delgada con el pelo largo y castaño y llevaba un
vestido… demasiado corto diría yo. Esa mujer, al igual que yo, había salido de
caza. En cuanto terminé mi copa, me levanté lentamente del taburete y me
acerqué a ella.
-Hola –dije llamando su atención.
-Hola, ¿qué tal? –me respondió
con un tono bastante provocativo.
-Soy Jefferson –estreché su mano.
-Claire –respondió sonriendo
mientras estrechaba mi mano.
-¿Quieres tomar algo? Yo invito.
-No, gracias. Ya voy bastante
contentilla.
-¿Quieres venirte a mi piso?
–pregunté sabiendo que al estar borracha, no dudaría en venirse conmigo.
-Supongo que sí.
-¿También eres indecisa en la
cama?
Se rio tímidamente. Le cogí de la
mano y salimos del bar. Claire ya podía ser una psicópata que me daba igual,
estaba buenísima. Aunque me sentía cansado, iba a darle lo suyo a la mujer
ebria que me acompañaba. La agarré fuerte para que no se cayera ya que estar
ebria y llevar unos tacones de 20 centímetros no eran una buena combinación.
Subimos por el ascensor y al
llegar a mi piso, Claire se quitó los zapatos y los dejó tirados por el medio
del pasillo. Iba haciendo eses hasta que llegó a mi cuarto. Me quité la
chaqueta y la guardé en el armario.
-Fóllame y deja de hacer
cursiladas con tu ropita –me dijo mientras se acercaba a mí y se iba bajando
poco a poco el vestido.
-Está bien.
La cogí por la cintura desnuda y
la tiré encima de mi cama. Me puse encima suyo y no dejé que se moviera ni un
solo milímetro. Le cogí de las muñecas y se las puse por encima de su cabeza.
Mis manos se habían convertido en sus esposas.
La besé el cuello con ansia.
Aunque no hacía ni 24 horas que otra mujer había ocupado mi cama, tenía la
necesidad de sentir de nuevo el calor de una mujer.
Observé el cuerpo de Claire. Solo
llevaba un tanga y un sujetador que elevaba sus pechos hasta ponérselos casi a
la altura de la garganta. Le quité toda la ropa interior con una mano mientras
que con la otra sujetaba sus muñecas con fuerza.
Comencé a besar su abdomen, sus
pechos, su cuello… el sabor de su piel era más dulce que la miel.
Cogí de un cajón de la mesita de
noche un pañuelo que solía ponerme yo en la garganta y le até las muñecas con
él. Le acaricié sus caderas y mis labios fueron bajando por su abdomen.
La respiración de Claire
comenzaba a ser agitada y yo la estaba haciendo sufrir. Metí un dedo dentro de
ella a la vez que ella gimió por primera vez. Saqué el dedo y metí dos. Cuando
noté que estaba en su punto, saqué los dos dedos y mi boca le hizo el mejor
sexo oral que hubiera podido probar. Claire comenzó a tener espasmos y se
retorcía de placer. Sus gemidos y gritos de placer me daban la energía que no
tenía para seguir haciéndola gozar.
Pude notar como quería deshacerse
del pañuelo que le aprisionaba las muñecas. Me puse encima suyo haciendo que
sus brazos quedaran aplastados por su propio peso más el mío. Me quité
lentamente la ropa haciendo que cada segundo que no la tocaba, me deseara con
mucha más insistencia. Al quedarme desnudo, apoyé mi pecho contra el suyo y le
besé los labios. Le separé las piernas con las manos y le acaricié los muslos.
Mi enorme erección rozaba su abdomen.
-Hazlo –susurró mientras ella
separaba aún más sus piernas.
Yo no era nadie para no obedecer
sus deseos por lo que hice lo que ella quería. La envestí con fuerza. Mis
movimientos eran rápidos y fuertes haciendo que ella llegara al orgasmo
enseguida. Cada vez que la penetraba, soltaba un grito de placer que me
excitaba bastante haciendo que cada penetración fuera más fuerte.
Tras unos cuantos minutos de
envestidas bruscas, me tumbé boca arriba. Claire se encontraba a mi lado
respirando de forma muy agitada. Cerré los ojos e intenté controlar mi
respiración. Un par de segundos más tarde, noté que la mujer desnuda se movía y
en menos de un segundo, noté su lengua en mi miembro. Abrí los ojos impactado.
La chica me sonrió al notar que la miraba pero no paró.
El sonido de mi móvil me
despertó. Me llamaba mi hermano. ¿Qué querría a esas horas de la mañana?
-Hola Gabi, ¿qué pasa? –respondía
al teléfono con voz ronca y casi en un susurro para no despertar a Claire.
-¿Te he despertado?
-La verdad es que sí.
-Perdona. Solo te llamaba para
saber si esta noche querrías salir de caza. Tú ya me entiendes. Ya que anoche
no me llamaste, supongo que tendrás ganas de salir hoy.
-Anoche sí que salí y a mi lado
tengo a una diosa del sexo oral.
-¿Por qué no me llamaste?
-Porque como andaba cansado,
quería coger a una chica e irme. Y eso fue lo que hice.
-Bueno pues esta noches saldremos
pero como dúo, ¿eh?
-Esta noche no puedo, hermano.
-¿Por qué no?
-Tengo que trabajar –suspiré al
acordarme que le había prometido a Kira que esta noche me tomaría algo con ella
en su suite.
-Hermano, ese trabajo te tiene
secuestrado.
-Por lo menos yo tengo trabajo
–le chinché.
-Que te den.
-Yo también te quiero.
Colgué y vi que tenía un mensaje
de mi jefe. Lo leí sin mucho entusiasmo ya que eso significaba que me mandaba
hacer algún que otro papeleo sin importancia. Joe quería que fuera a la oficina
a eso de las 10 de la mañana para que hiciera un informe sobre todo lo que
había descubierto. Eso me alivió un poco ya que teniendo ese horario, podría
echar un polvo mañanero que tanto echaba de menos.
Tras haber pasado una inolvidable
noche y una increíble mañana entre las piernas de Claire, tenía que despedirme
de ella y vestirme para ir a trabajar. Me puse una camisa blanca y un chaleco y
un pantalón negro a juego. Me peiné, me eché un poco de colonia y me puse mi
gabardina.
Cuando llegué a la oficina, ya
había una taza de café esperándome. Me la tomé mientras escribía en mi
ordenador un informe sobre Kira Slim.
-Buenos días, Jefferson. ¿Tienes
ya mi informe?
-Estoy en ello, señor.
-Lo quiero en menos de quince
minutos en la mesa de mi despacho.
-No hay problema –dije mientras
tecleaba sin quitar la mirada de la pantalla del ordenador.
-¿Hoy también has quedado con
ella?
-Sí, señor. A las 3 de la tarde.
-Perfecto. ¿Puedes adelantarme
algo del informe?
-Ha venido a matar a alguien
importante.
-¿Te ha dicho a quién?
-Sí. Al presidente de los Estados
Unidos.
-Niño, no me tomes por imbécil.
-No lo hago, señor.
-¿Te ha dicho cuándo lo matará?
-No.
-Averígualo.
Al terminar de escribir el
informe, fui a por otro café y llevé todo el papeleo al despacho de Joe. Había
conseguido terminar el informe dos minutos antes de que hubieran pasado los
quince minutos. Al dejarlo en la mesa, Joe lo cogió rápidamente y comenzó a
leerlo.
-¿Te ha metido en esto? ¡Ahora
eres su cómplice, imbécil!
-Era la única forma de que no me
matara ella o sus guardaespaldas por habérmelo contado. Además, siendo su
cómplice, podré enterarme de cuándo quiere dar el golpe y cómo.
-Hoy el presidente ha dado una
rueda de prensa.
-¿Y qué ha dicho?
-Que pronto dejará la Casa Blanca
para venir a Nueva York. Tiene una reunión importante y en esa reunión, estarán
los hombres más ricos del mundo. Atacará entonces.
-Pero aquí no están los misiles
nucleares que es lo que ella quiere.
-Pero si arma un escándalo en
esta reunión, sabrá que todos los policías estarán allí y no en la Casa Blanca.
-Va a matar a gente inocente.