jueves, 18 de junio de 2015

Capítulo 18 -> Un golpe de suerte

Cuando me desperté, estaba en una cama de hospital. Mi hermano se acercó y me agarró de la mano con fuerza.
-¿Qué tal estás?
-Me duele la cabeza.
-Leonardo se pasó un poco pero se disculpará contigo.
-¿Cuánto tiempo llevo inconsciente?
-Una semana. Al darte en la cabeza con la pared, te hiciste una brecha y te tuvieron que coser y como los médicos tenían miedo de que quedara algún traumatismo craneal, te durmieron.
-¿Dónde están papá, mamá, Teresa y Lucy?
-Les dije que se fueran a casa, que yo cuidaría de ti.
-Gracias. Por cierto, Héctor al final no se despertó, ¿verdad? –pregunté con un tono bastante triste mientras le apretaba a mi hermano la mano.
-Prefiero que te lo cuente él.

No entendía nada. Héctor había muerto. ¿Estaba Robert gastándome una broma? Robert salió de la habitación y unos segundos más tarde entró Héctor.
-¡Héctor! ¡Estás vivo! –grité mientras alzaba los brazos para que se acercara para abrazarle.
-Gracias a ti.
-No entiendo.
-Por lo que me ha contado mi madre, te entró como un ataque de pánico o algo así y empezaste a moverte bruscamente para que tu hermano te soltara. Y en uno de esos movimientos, me diste en el pecho un golpe que fue lo bastante fuerte como para hacer que mi corazón volviera a bombear sangre. Estoy vivo gracias a ti.

No podía creerme lo que estaba viendo y oyendo. Decidí pellizcarme en el brazo pero no cambió nada de lo que estaba viendo. Me alegré al saber que esto no era un sueño.
-Pensé que no volvería a oír tu voz ni a ver tus ojos.
-Pues ya ves, gracias a tu fuerza, además de tener un moratón en el pecho, estoy vivo.

Mis dedos acariciaron su rostro mientras él me acariciaba las manos. Pude oler su colonia que me gustaba tanto.
Pasamos todo el día hablando aunque yo seguía pensando que esto era un sueño.
-Alice, es tarde y mis padres me han pedido que vaya a dormir a casa.
-Pero en casa estarás solo.
-Al ver lo que me ha hecho Johnny, me he ido a vivir con ellos por una temporada.
-¿No puedes quedarte aquí conmigo?
-Te van a poner ahora una anestesia para que no te duela el golpe que te dio mi padre y así puedas descansar.
-Quiero que te quedes conmigo.
-Me quedaré a tu lado hasta que te quedes dormida y mañana vendré antes de que te despiertes para que no notes mi ausencia. Tu hermano se quedará contigo toda la noche, no estarás sola, ¿vale?
-Vale. Te quiero.

Héctor me besó en la frente y un par de segundos más tarde, entro una enfermera con una jeringuilla, me pinchó en el brazo y unos minutos más tarde, me quedé dormida.

Al despertarme por la claridad que entraba por la ventana de mi habitación, pude observar dos rostros borrosos. Me froté los ojos y unos segundos más tarde, pude ver perfectamente a Héctor y a Robert. Estaban teniendo una conversación bastante animada. Me alegraba verle en perfectas condiciones.  A los pocos segundos de verles, Héctor miró por encima del hombro de mi hermano y se acercó a mí.
-Buenos días, dormilona. Ya me ha contado tu hermano que esta noche no has dado guerra –me dijo mientras se acercaba para darme un beso en la frente.
-Deberían ponerle anestesia más a menudo –dijo con un tono burlón mi hermano mayor.

Héctor se rió mientras yo le lanzaba una mirada asesina a mi hermano.
-¿Qué tal te encuentras? –me preguntó Héctor mientras me cogía el rostro para que le mirara a él.
-Bien, espero que me diga el médico que me puedo ir hoy a casa.
-Amor, has estado inconsciente unos días. Es normal que te estén haciendo pruebas de todo tipo. Y yo no dejaré que te vayas de aquí hasta que no te hayan hecho todas y cada una de las pruebas y me asegure de que estás en perfectas condiciones.
-Está bien pero no me gusta estar aquí.

Héctor se empezó a reír por lo bajo y Robert y yo le miramos confusos.
-¿Qué es lo que te hace gracia? –le pregunté mientras me cruzaba de brazos.
-Pues que acabas de decir que no te gusta estar aquí pero sin embargo, has pasado aquí los últimos dos meses.
-Bueno pero porque no quería dejarte aquí solo. Estabas en coma y necesitaba verte todos los días.
-Lo sé pero me ha hecho gracia. ¿Y sabes una cosa?
-¿Qué?
-Que me gusta cuidar de ti y que quiero devolverte esos dos meses que has perdido hablando con un cuerpo en coma. Voy a tratarte como a una reina mientras estés aquí para que te recuperes al 100% -me dijo mientras me acariciaba el pelo y mi hermano se ponía los auriculares para no escucharnos.
-Me gusta que me cuides y cuando estabas en coma, te hablaba porque pensaba que me escuchabas y que eso te haría mejorar.
-Eres mi ángel de la guarda, ¿lo sabes? –me susurró mientras acercaba su rostro al mío. Nuestros labios chocaron a los pocos segundos y pude sentir su calidez y suavidad.

Tras un par de días en el hospital, el médico me dijo que ya estaba recuperada y que podía irme a casa. Mis padres me llevaron a casa y en cuanto abrí la puerta, Sáhara vino corriendo hacia mi posición. Empezó a ladrar y a saltar y yo me agaché para acariciarle. Cogí la pelota de goma que estaba en medio de la entrada, y la tiré hacia el salón. Sáhara salió corriendo en busca de ésta.
-¡Alice! Te he echado muchísimo de menos. Fui a verte cuando aún no habías despertado, al igual que tus padres y mi hermana pequeña –me dijo eufórica Teresa mientras me abrazaba con todas su fuerzas.
-Me alegro de verte. ¿Qué tal estáis tú y tu hermana?
-Estamos bien, tranquila. Lo importante ahora es que tú estés bien –me dijo mientras yo me quitaba el abrigo y lo colgaba en el perchero de la entrada.

Subí a mi cuarto y me tiré encima de mi cama. Parecía como si llevara años sin ver mi cuarto. Noté como mi móvil vibraba en el bolsillo de mi pantalón baquero.
-¿Diga?
-Hola cielo. Me dijo tu hermano que hoy te dejaban irte a casa.
-¿Es por eso por lo que hoy no viniste?
-Sí. Pensé que como iba tu familia, yo ahí no pintaba nada. ¿Qué tal te encuentras?
-Perfectamente. ¿Cuándo podré verte?
-Mañana me pasaré por tu casa tengo que comentarte una cosa.
-¿Es algo malo?
-No mucho –dijo mientras se reía por lo bajo y sin muchas ganas.
-¿Pasa algo?
-No pasa nada, mañana te cuento.
-Vale. Te quiero.
-Te quiero.

No sabía qué quería decirme pero me puse bastante nerviosa. No me gustaba que me dejase con esta intriga. ¿Habría pasado algo malo? ¿Johnny y él habrían vuelto a tener algún altercado?

Durante la cena, no pude comer casi nada pero mi madre pensó que era por el golpe, el cansancio… un mezcla de todo.
Por la noche, tampoco pude pegar ojo más de tres horas seguidas.

Al día siguiente, el sol del amanecer me dio en los ojos y decidí que ya no podía estar más tiempo metida en mi cama. Me puse de pie y me puse un chándal. Cogí un libro de mi estantería y empecé a ojearlo. Era un álbum. Observé mis fotos de cuando era un bebé. Antes era todo más fácil. Solo me preocupaba de que nadie cogiera mi juguete favorito. Pasando las hojas, vi una foto en la que salíamos Teresa y yo con 3 años. En ese momento, me acordé de lo animada que estaba Teresa ahora que sabía que sus padres estaban bien.

Tras un par de horas ojeando todos los álbumes de fotos que tenía, oí el timbre de la puerta. Bajé silenciosamente por las escaleras ya que todos seguían durmiendo.

Abrí la puerta y pude ver el rostro serio de Héctor.
-Hola, ven a mi cuarto, todos están dormidos aún.

Subimos sin dirigirnos la palabra. Al cerrar con suavidad la puerta de mi cuarto, Héctor me cogió por los brazos y apretó con su cuerpo el mío hasta quedarme pegada a la puerta. Acercó su rostro y pegó su frente a la mía. Los labios le temblaban y su respiración era muy agitada. Estaba asustada. Sus manos se aferraban muy fuerte a mis brazos.

-Me estás haciendo daño.

Héctor se apartó y se sentó en mi cama deshecha. Yo me senté a su lado. A Héctor le temblaban las piernas. Sabía que algo le pasaba por lo que le cogí de la mano con fuerza y apoyé mi cabeza en su hombro.
-Perdona, no quería hacerte daño alguno.
-Nunca has actuado de esta manera.
-Lo sé y por eso te pido disculpas. No me he comportado bien.
-Me gustaría saber por qué estás así.
-Es sobre nosotros y mi familia.
-Dilo ya, por favor. Me estás asustando.
-Mi tío, el padre de Johnny, siempre se entera de todo por lo que sabe quién eres tú, quién es tu familia, tus amigos…
-¿A dónde quieres llegar?
-Sabe lo de los padres de Teresa y que ella está aquí. Pero Johnny, por muy cabrón que sea, tiene sentimientos y sabe perfectamente que para llegar a Teresa, tendrán que pasar por encima de todos vosotros y por supuesto, de mí. Lo que quiero decir es que Johnny le ha impedido a su padre que vaya a por Teresa porque estamos todos nosotros de por medio.
-¿Entonces qué va a hacer?
-Quieren atrapar a los padres de Teresa sea como sea. Por lo que de momento, estamos… en peligro.
-¿Vienen a por nosotros?
-Bueno con la ayuda de mi familia puede que no porque no creo que mis padres acepten la muerte de su único hijo.
-¿Muerte?
-Mi tío nunca se anda con chiquitas. Lo mejor sería irnos de Ohio.
-¿Irnos?
-Sí, es la única solución. No confío en mis padres, ¿sabes?
-¡Pero eres su hijo!
-Alice, aunque me quieran proteger a mí, ¿qué pasaría con vosotros? No les voy a dejar que te hagan daño.
-No puedes protegerme siempre.
-Alice, no me has entendido, ¿verdad? Te hablo de la muerte de tu familia, de tu muerte.

Me quedé helada. No sabía qué responderle. Aunque nos fuéramos, nos encontrarían.
-Alice, ven conmigo –me dijo mientras se levantaba de mi cama y tiraba de mi mano.

Bajamos y salimos a la calle. Abrió la puerta del copiloto de su coche para que yo entrara. Condujo hacia su cafetería. Aún no habían abierto por lo que entramos y me indicó que me sentara en una silla que estaba al lado suyo. Él se sentó en otra y se puso enfrente de mí.
-Alice, dentro de unos meses vas a cumplir 18 años. No quiero arruinarte la vida por culpa de mi familia.
-¿No hay manera de que dejen de perseguir a los padres de Teresa?
-Sí, que paguen lo que deben.
-¿Cuánto deben?
-Más de todo el dinero que pudieras imaginar. Alice, sé que lo que voy a decir va a sonar muy egoísta pero he pensado en raptarte e irnos lejos de aquí. Irnos fuera de todo esto. Empezar desde cero. Solos tú y yo. ¿Pero sabes por qué me contengo? Porque no me parece justo dejar a su suerte a toda tu familia y a tu amiga. Y si te he traído aquí es porque quiero que hablemos mis padres y nosotros sobre el tema. Quiero que entren en razón y que decidan ayudarnos.
-¿Crees que tu padre querrá ayudar a una americana?
-Ayudará a la chica a la que amo con todo mi ser.
-Tu padre y yo no nos llevamos bien ya lo sabes.
-Alice, gracias a ti estoy vivo. Te debe eso al menos, vida por vida.

Oí como la puerta de la cafetería se abría y entraban los padres de Héctor.
-Hola padre. Hola madre. Si os he pedido que vengáis es porque el asunto del tío también me incumbe a mí.
-A ti no te incumbe para nada –dijo muy serio su padre.
-Papá, el tío quiere atraparles y para eso, ya sabes cuantos tiros va a hacer y en ellos, está la familia de Alice y ella misma pero yo también recibiré uno.
-Hijo, ¿pero qué dices? –preguntó su madre alterada.
-Madre, me has enseñado a proteger a toda esa gente a la que quiero y si veo que una de ellas está en peligro, recibiré su bala. Daré la vida por ella si el tío decide usar sus armas contra ellos.
-Hijo, no piensas con claridad.
-Madre, lo siento pero o me ayudan, u olvídense de tener descendencia de su único hijo.
-¡No lo dirás en serio!
-No he dicho nunca en mi vida nada tan enserio. Si intenta matarla a ella o a alguien de su familia, tendrá que matarme a mí antes.
-Está bien, hablaremos con tu tío pero si se nos pone de nuestra contra, lucharás a nuestro lado.
-Por supuesto.


Yo no hablé en su presencia ya que Héctor sabía convencer a su madre él solo y sabía que su madre convencería a su padre para que nos ayudara. Tras la conversación con sus padres, Héctor estaba mucho más tranquilo y volvía a haber brillo en sus ojos grises.

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