jueves, 21 de mayo de 2015

Capítulo 14 -> Los finales

Estaba en las últimas semanas del segundo trimestre y tenía exámenes de todas las asignaturas. Johnny seguía sin aparecer por clase. Llevaba más o menos un mes si saber nada de él. No sabía ni si seguía en Ohio. Esta semana empezaba el agobio de los exámenes y así dos semanas.
El lunes me levanté y fui como siempre con mi hermano y con Teresa al instituto. Habíamos seguido investigando la desaparición Keira y Fer pero no encontrábamos nada. Los italianos que me secuestraron tampoco volvieron.
El lunes tenía examen de historia. Me senté donde siempre y saqué mis apuntes para repasar un poco antes de que me dieran el examen.
-Hola.

Me asusté al oír su voz. Ya estaba tan acostumbrada a su ausencia que no me había dado cuenta de que había vuelto. Tenía el pelo un poco más largo y su cuerpo estaba más tonificado.
-Pensaba que no ibas a volver.
-Ese era el plan pero según mi padre, soy un niñato mimado y malcriado y tengo que empezar a ser un hombre. Tengo que resolver mis problemas y empezar a usar la cabeza para no hacer tantas tonterías.
-Tu padre tiene razón y me alegro de que te haya metido en vereda.
-¿Sigues enfadada? –me dijo mientras dejaba sus apuntes encima de la mesa.
-Has estado un mes desaparecido sin dar señales de vida y todo por  una tontería. Por lo que tengo razones para estar enfadada.
-Lo entiendo. ¿Cómo puedo ganarme tu perdón?
-Ganándotelo. Y créeme cuando te digo que no es fácil.

El profesor entró antes de que Johnny pudiera contestarme. Nos repartió los exámenes y empecé a escribir todo lo que sabía. Había tenido tiempo para estudiar mientras se horneaban los bollos que hacía con Héctor.

La clase se terminó y todos entregamos el examen. Salí al pasillo y Johnny me siguió.
-Dime qué tengo que hacer para que me perdones –me dijo mientras me agarraba del brazo para que dejara de avanzar.
-Johnny, tú sabrás qué tienes que hacer –le dije mientras intentaba que me soltase.

Me soltó al ver que tiraba de mi brazo para soltarme. Se quedó parado en medio del pasillo. Sus ojos se humedecían poco a poco. Pero yo me di media vuelta y me fui al aparcamiento del instituto.
-¿Te vas? –me preguntó Ariadna.
-Sí. Hasta la última hora no tengo otro examen así que me voy a casa a estudiar. Luego nos vemos.

Me fui andando hacia la cafetería italiana.
-Hola Alice, ¿qué haces aquí? ¿No tienes clases? –me dijo Héctor mientras servía un par de cafés a una pareja.
-No tengo examen hasta la última hora así que he venido a estudiar y de paso a hacerte compañía.
-Tú nunca te pierdes las clases. ¿Qué ha pasado? –me preguntó mientras venía para sentarse a mi lado.

Suspiré. En un mes había conseguido conocerme mejor que nadie. Me cogió de la mano y sus ojos grises penetraron los míos.
-El chico del que te hablé ha vuelto.
-¿Tu exnovio?
-Sí. Quiere que le perdone pero le he dicho que se lo gane y como sabía que en clase no iba a prestar atención, he decidido venir aquí.
-Y así yo te distraigo, ¿no? –me dijo mientras levantaba una ceja.
-Exacto –le dije mientras me reía.
-Ven. Hoy toca lección de batidos y zumos.

Me cogió de la mano y tiró de ella para que me levantara. Me explicó como hacer el zumo que yo siempre pedía. Siempre que me quería enseñar a hacer algo, se ponía detrás de mí y me cogía los brazos y me los movía de un lado a otro. Era como su marioneta. Después de terminar de hacer el mío, hicimos su batido favorito, el de menta, chocolate y nata.
-Vamos a terminar contratándote aquí –me dijo amistosamente la mujer que siempre estaba en la barra.
-Yo por mí encantada –dije mientras Héctor y yo nos reíamos.

Cuando terminamos de hacer los zumos, nos sentamos en la mesa de madera en la que me senté el primer día. Héctor desde la segunda semana, ponía en esa mesa un cartel de reservado para que nadie se sentara allí. Así se aseguraba de que me quedara más tiempo.
-¿Está rico? –le pregunté cuando dio el primer sorbo al batido que yo había preparado.
-Mucho. El mejor que he probado en toda mi vida –me dijo mientras sonreía.
-He aprendido del mejor –le dije mientras le guiñaba un ojo.
-¿Sabes qué? Ese exnovio tuyo ha sido un idiota. Ha estado un mes sin ver lo más bonito de Ohio.
-Mentiroso –le dije mientras le daba un codazo y me ponía roja.

Pasamos toda la mañana hablando y riendo e insistió en llevarme al instituto en su coche ya que no había clientes. Su coche era negro y pequeño pero tenía bastante potencia. Aparcó en el aparcamiento del instituto. Salió del coche corriendo y me abrió la puerta para que saliera. Yo me reí y salí. Notaba como la gente que estaba fuera nos miraba. Una de esas personas era Johnny. Aunque yo no le vi.
Aún quedaban 10 minutos para entrar por lo que me quedé hablando con Héctor. Cuando sonó el timbre, tocó despedirse.
-Suerte en el examen aunque seguro que te sale perfecto –me dijo mientras me daba un abrazo.
-Gracias –le dije casi sin aliento por todo lo que me estaba apretando Héctor contra su cuerpo.
-¿Luego te pasarás por la cafetería?
-Claro –le dije mientras me alejaba poco a poco de él.

Héctor agitó su mano para despedirse y yo imité el gesto. Anduve por el pasillo abarrotado de gente. Tenía examen de latín. Allí me encontré con Johnny de nuevo.
-¿Tan pronto me has olvidado? –me susurró mientras me sentaba en mi pupitre.
-¿De qué hablas?
-Te he visto con ese chico. Y supongo que será tu nuevo novio. Por eso te pregunto si ya me has olvidado. Aunque si estás con otro, supongo que sí.
-Es un buen amigo y además a ti no tengo que darte explicaciones de nada.
-Lo sé. Mira no sé quien es él porque le he visto a lo lejos pero si le conociera, intentaría ser mejor que él para que volvieras a enamorarte de mí.
-Pues me alegro de que no sepas quien es –susurré mientras recogía mi examen.
-En silencio. Estáis en un examen –dijo el profesor de latín.

Agaché la cabeza y empecé a escribir. Notaba como Johnny me miraba. El profesor pensó que intentaba copiarme y le puso unos pupitres delante de mí. Por una parte, me alegré de que le hubiera separado de mí. Me agobiaba.

Pasaron las dos semanas de exámenes. Johnny había estado cada día a mi lado intentando que le perdonara pero yo no le dirigía la palabra. Al contárselo a Héctor, intentó tomar cartas en el asunto pero se lo prohibí. Me ayudaba mucho hablar con él. Al terminar los exámenes y llegar las vacaciones de Semana Santa, Héctor me dijo que tenía también vacaciones. Estuvimos hablando de los sitios a los que queríamos ir algún día.
-Te invito a pasar las vacaciones conmigo –me dijo el día antes de que empezaran las vacaciones.
-Ojalá pudiera.
-Ya casi tienes 18 años. Además, conmigo estarás a salvo.
-¿Y a dónde iríamos?
-A Nueva York.
-¿Enserio?
-Yo nunca bromeo ni con Nueva York ni con Italia.
-Sería genial ir.
-Tus padres saben que soy de fiar.

Les había presentado antes de que Johnny hubiera vuelto al instituto. Mis padres dijeron que parecía un buen chico y que al tener un trabajo, era responsable.
-Seguro que si les preguntamos, te dejan venir –me dijo mientras salíamos de la cafetería.
-Vale, intentémoslo.

Cuando llegamos a casa, mis padres se alegraron de verle y al ver las horas que eran, antes de que él pudiera preguntarles sobre las vacaciones, insistieron en que se quedara a cenar. Él aceptó y le pusieron los platos al lado de los míos para que nos sentáramos juntos.

Héctor nos estuvo contando historias sobre su tierra natal, Italia. Se había mudado aquí hacía unos meses por el trabajo de sus padres. Aunque echaba de menos Italia, sabía que no volvería hasta que pudiera ser independiente económicamente.
Cuando terminamos de cenar, le di un codazo a Héctor para que les preguntara si podía irme con él de vacaciones a Nueva York.
Al principio mis padres dijeron que no pero no sé como, Héctor les convenció.
Mi padre cogió su ordenador portátil y empezó a mirar vuelos. Mi padre estaba más emocionado que Héctor y yo juntos. Parecía como si quisiera perderme de vista. Mi madre cogió una maleta de ruedas del armario de la entrada y la subió a mi cuarto.
-Parece que se lo han tomado bien –me dijo riendo Héctor.
-Anda ayúdame a hacer la maleta –le dije mientras tiraba de él para que subiera las escaleras.
-No hará calor así que llévate ropa de invierno. ¿Quieres que venga a recogerte?
-Sí. ¿A qué hora es el vuelo?
-Tu padre nos ha reservado el de las 9 de la mañana así que saldremos de aquí a las 8.
-Entendido –le dije sonriendo.


Metimos bastante ropa en la maleta y cuando terminamos, Héctor se fue a casa. Yo no pegué ojo en toda la noche por los nervios que tenía. 

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