jueves, 4 de junio de 2015

Capítulo 16 -> De vuelta a la rutina

Tras unas horas dentro del avión, llegamos a casa. Mis padres querían venir a saludarnos al aeropuerto pero les dije que no hacía falta, que iba a ser un gasto de gasolina innecesario. Héctor me llevaría a casa.
-Soñaré cada noche que estás a mi lado, en mi cama –me susurró antes de que abriera la puerta para salir del coche.

Héctor sacó mis maletas del maletero y se ofreció a llevármelas hasta mi cuarto. No quería irse de mi lado aunque yo tampoco deseaba no tenerle al mío.
-Mi niña –dijo mi madre nada más verme entrar en casa- ¿qué tal el viaje?
-Genial. Nueva York es increíble –dije mientras mi madre se acercaba para abrazarme.
-Hola, Héctor. ¿Te ha dado mucho la lata mi niña pequeña? –dijo mientras se distanciaba de mí para abrazarle a él.
-Bueno, más bien yo le he dado la lata a ella –dijo riéndose.
-¿Os habéis divertido?
-Bastante. Nueva York es un gran show de echo –dijo Héctor mientras dejaba mis maletas en el suelo sabiendo que la conversación no sería corta.
-Por cierto Alice. Vino Johnny. Pensé que al ser tan buenos amigos, le habrías contado que te ibas de la ciudad unos días.
-Mamá, para empezar, Johnny y yo hace tiempo que dejamos de tener contacto por lo tanto, es imposible que supiera que me iba. Y para terminar, no vuelvas a decirle nada de mí aunque te lo suplique, ¿entendido?
-Sí –dijo mi madre susurrando mientras me miraba impactada.
-Héctor, vamos a subir mis maletas a mi cuarto –le dije tirando de él mientras cogía mi neceser y una maleta pequeña.

Cuando entramos en mi cuarto, cerramos la puerta y dejamos todas las maletas en un rincón de la habitación.
-No se puede estar callada.
-¿Tu exnovio se llama Johnny?
-Sí. ¿Le conoces?
-Bueno, conozco a más de un Johnny así que no lo sé.
-Pues espero que no le conozcas.
-Mañana te llevaré a clase. No quiero que ese se acerque a ti.
-Gracias –le dije mientras le abrazaba.

Al día siguiente, vino a recogerme como me prometió y la primera persona del instituto a la que vi fue… adivinadlo. Johnny.
-No puede ser –dije para mí misma.
-Tranquila. Yo me encargo –dijo y acto seguido salió bastante cabreado del coche. Me conocía bastante bien y ya suponía quién era Johnny. Salí del coche para oír lo que se decían y para meterme en medio por si la cosa iba a mayores.
-Vete de aquí y déjala en paz –gritaba Héctor mientras ponía una cara que intimidaba.
-Somos familia. No me harás daño –dijo Johnny mientras le miraba a los ojos desafiante.

En ese mismo momento, mi corazón dio un vuelco. ¿Familia? ¿Eran familia? Con toda la gente que había en la ciudad y tenían que ser familia justo ellos dos.
-Ahora mismo si somos familia o no, no me importa.
-Dile lo mismo a nuestros padres.
-Que digan lo que quieran. No voy a dejar que la hagas daño.
-Tienes buen gusto pero fue mía antes.
-No es un juguete por lo que esto no es un juego de el que primero la pille se la adjudica. Eres un crío inmaduro.
-Lo seré pero se enamoró de mí antes que de ti y sé que sigue sintiendo algo por mí.
-Ahí te equivocas –grité cerrando la puerta del coche negro de Héctor.
-No me equivoco. Puedo ver lo que sientes a través de tus ojos.
-Puede que lo veas pero si ves sentimientos de esos que hacen que tu corazón lata a mil por hora, no eres tú su dueño sino él –dije señalando a Héctor.
-No me lo creo.
-Pues no te queda más remedio –dije mientras le cogía de la mano a Héctor.
-Esto no quedará así. Mi familia tomará represalias contra vosotros dos.
-¿Vas a traicionar a tu familia por una chica?
-Tú ya me has traicionado y ha sido por ella.
-Cierto pero porque yo lucho por aquello que sé que me corresponde. Nunca doy punzadas sin hilo.
-Ya veo –dijo mientras se metía en su coche y acto seguido se iba por la carretera en dirección de la salida de la ciudad.
-Tranquila, no te tocará ni un pelo -me susurró mientras me abrazaba en medio del aparcamiento del instituto con todas sus fuerzas y acto seguido, me daba un beso en la frente.
-No puedo estar tranquila porque también va a ir a por ti –le dije mientras mis ojos se humedecían.
-Tranquila, Alice. No pasará nada. Mi familia no lo permitirá.
-Eso espero porque no podría soportar perderte.
-Mientras tú estés a mi lado, no pasará nada.
-Te quiero.
-Y yo a ti. Luego nos vemos –dijo con la voz ronca mientras se iba poco a poco apartando de mí.

Vi como desaparecía por la carretera. Me di media vuelta al perderle de vista y entré en mi clase.
A la hora del recreo, mi hermano y Teresa vinieron apresurados a donde yo me encontraba.
-Hemos oído rumores de que ha habido una discusión y que tú estabas metida en ella –me dijo mi hermano preocupado.
-Sí, pero tranquilos. No ha pasado nada.
-Eso espero.

Cuando terminaron las clases, fuimos a casa. Héctor no vino a recogerme, algo que me extrañó por lo que me fui con mi hermano y Teresa.
Me preguntaron varias veces por el motivo de la discusión pero todas esas veces, esquivé la pregunta.
A la tarde, fui a la cafetería pero tampoco le encontré allí. Ya no sabía dónde buscarle. Decidí ir a las ruinas. El coche de Héctor estaba allí y eso me alivió y me preocupó al mismo tiempo. Me bajé del coche y fui corriendo hacia la catedral en ruinas. En la entrada, no le vi. Seguí caminando hasta adentrarme completamente. Oí un gemido. Venía del este de la catedral. Detrás de un monte de rocas, vi una silueta. Me acerqué apresuradamente. El corazón parecía salírseme del pecho. Volví a oír el mismo gemido. Venía de la silueta que veía vagamente. Cuando rodeé el monte de piedras, me arrodillé en el suelo. Gracias a un rallo de sol, pude ver el rostro de la persona que estaba en el suelo tirada.
-Héctor, ¿Estás bien? –pregunté histérica.
-¿Alice? –dijo mientras entre abría los ojos.
-Sí, soy yo. ¿Qué te ha pasado?

Pude ver como había sangre seca por su nariz y boca. Cogí un pañuelo de mi chaqueta y con mucho cuidado, le fui limpiando la sangre seca.
-¿Ha sido Johnny? –pregunté preocupada mientras pasaba el pañuelo por su nariz.
-Sí. Después de esto, nuestras familias son enemigas.
-Entonces, ¿él también es italiano?
-Sí. Aunque su acento no se nota porque no ha ido a Italia nunca. Nació aquí.
-Tú familia pertenece a la mafia italiana, ¿verdad?
-Sí, pero yo me enfrenté a mi padre porque no quería ser un asesino, un monstruo.
-¿Tu familia suele ir a un restaurante francés?
-Alice, ¿qué sabes?
-Bueno, hace unos meses unos italianos me secuestraron porque mi hermano le pegó al camarero de un restaurante de lujo francés. Pero “su jefe” les dijo que me soltaran. Unos días más tarde, vi a un chico que se parecía a Johnny saliendo de ese mismo restaurante con muchos hombres mayores rodeándole.
-Johnny te salvó la vida.
-¿Por qué dices eso?
-El padre de Johnny es el jefe de la mafia italiana. Y eso quiere decir, que su hijo lo será. Su padre cree que será el mejor mafioso que habrá en Italia. Por lo que cuando tú dices que “su jefe” les ordenó que te soltaran, fue Johnny quién dio la orden. Y es muy posible que el chico que viste salir del restaurante, fuera él. Suelen hacer allí negocios algo… sucios. Y me extraña que Johnny no me haya matado. Es capaz y como las familias se enfrenten, habrá una guerra, una masacre.
-¿Qué podemos hacer?
-Nada. Como se lo haya contado a su familia, vendrán a por nosotros.
-Necesito que vengas a mi casa. Te curaré las heridas mejor que con un triste pañuelo –le dije mientras le cogía de la mano y tiraba de él para que se levantase.
-No dejaré que te pase nada. Antes prefiero que me torturen.
-No digas eso. ¿Qué tal te encuentras? ¿Puedes conducir?
-Creo que sí. Vamos.

Cuando llegamos a mi casa, le dije que subiera a mi cuarto mientras yo cogía agua oxigenada y gasas para curarle los cortes que tenía en los brazos, cara y piernas.
-¿Tu familia ha matado a gente? –le pregunté mientras cerraba la puerta de mi cuarto.
-¿Es una pregunta retórica?
-Supongo que sí.
-Han matado a todo aquel a quien consideraban una amenaza para su “imperio”.
-¿Qué más suelen hacer?
-Robar, torturar, secuestrar, amenazar… y bueno muchas otras cosas.
-¿Sabes si secuestraron a una pareja?
-Si no me das más pistas…
-Se llaman Keira y Fer.
-¿Dónde trabajan?
-Hacían negocios con gente importante. Tienen dos hijas y desaparecieron el mes pasado.
-Oí algo sobre una pareja pero no lo sé. ¿Quiénes son?
-Los padres de mi mejor amiga.
-Mierda. Bueno tranquila hace unas semanas hablé con mi padre y me dijo que andaban en busca y captura de no sé quienes y que ahora no había nadie en las pequeñas cárceles que tenemos. Seguro que están escondidos en alguna parte.
-¿Sabes qué pudieron hacer?
-No devolverles dinero, enfrentarse a ellos… hay mil cosas.
-Hablaré con Teresa y la preguntaré si sabe algo del tema.
-Prefiero que no la digas que pertenezco a la mafia italiana.
-Solo perteneces a eso de sangre. Tú dices que no eres uno de ellos y yo te creo.
-Gracias. Te quiero mucho, ¿lo sabes? –me dijo mientras ponía cara de dolor cuando cayó agua oxigenada encima de un corte.
-Lo sé. Pronto acabo de curarte, tranquilo.
-No sé que haría sin mi enfermera.
-Ir a donde tu mamá –dije bromeando.
-Ya soy mayorcito.
-Entonces cúrate tú.
-Prefiero que me cures tú.
-Lo sé. ¿Qué te dijo Johnny para que acabarais en pelea?
-Me dijo que tú le pertenecías algo que me cabreó y mucho. Después, tras discutir sobre eso, empezó a maldecir a mi madre a insultarte a ti por estar conmigo, me insultó a mí y me empujó. Por supuesto, me defendí y bueno pues yo fui el que perdió.
-No has perdido. Para mí siempre serás el ganador.
-Soy afortunado por tenerte a mi lado cada día.

Le sonreí mientras le curaba la última herida y después cerraba la botella del agua oxigenada y tiraba las gasas llenas de sangre a la papelera que estaba al lado de mi escritorio. Le di un beso en la frente y me senté a su lado en la cama. Le agarré de la mano y se la apreté fuerte contra mi pierna.
-Debería irme a casa –dijo mientras miraba su reloj de muñeca.
-Te echaré de menos. Conduce con cuidado, ¿vale?
-Tú me proteges.
-Ya, eso dijiste antes y mira como te he encontrado.
-Tranquila, ¿vale? Estaré bien. Te llamaré cuando llegue a casa para que no estés preocupada.
-¿Tu padre te dirá algo?
-Seguramente pero como no le veré hasta este fin de semana, tengo tiempo para prepararme.
-No me gusta que vivas solo.
-No te asustes pero… mi padre me dio hace un par de años una pistola después de lo que le pasó a mi hermana pequeña.
-Me alivia saber que puedes defenderte en caso de ataque.
-Estaré bien. Ya verás –me dijo mientras me cogía de las manos y me miraba fijamente a los ojos.
-Es tarde y van a llegar mis padres.
-Cierto. Bueno no salgas sin compañía de casa, por favor. No sé de qué es capaz de hacerte Johnny por hacerte de su propiedad.
-Vale. Te quiero –le susurré mientras me ponía de puntillas para besarle.

Unos minutos más tarde de su ida, me llamó diciéndome que estaba bien pero no pude pegar ojo de todas formas. Cuando sonó el despertador, lo apagué y me levanté. Seguramente tendría unas ojeras inmensas. Pude observar todas las mantas enredadas de mi cama mientras me vestía. Había pasado toda la noche dando vueltas. Cuando bajé a desayunar, mi hermano estaba con Teresa hablando por lo bajo para que mis padres no se despertaran.
-Teresa, sé algo sobre tus padres.
-¡Cómo! ¿Qué sabes?
-Están vivos y huyen de la mafia italiana.
-¿Cómo sabes eso? –susurró mi hermano asombrado.
-Eso no importa, lo que importa es que tus padres están bien pero hasta que no estén a salvo, no podrás verles.
-¿Estás segura de lo que dices? –me dijo Teresa mientras daba un sorbo de su cuenco de leche caliente.
-Al cien por cien.
-Entonces ellos también son de la mafia –dijo Robert mientras me miraba pensativo.
-No lo creo –dije mientras bebía de mi cuenco de leche chocolatada.

Héctor vino a recogerme porque quería protegerme de Johnny por si preparaba algún escándalo en el instituto. Cuando le abracé, noté la forma de la pistola en su espalda. Estaba asustada. Esto ya no sería una tonta pelea porque si surgiera, podría haber, además de heridos, muertos. No podía creer que todo esto estuviera pasando por mi culpa. Héctor no paraba de decirme que me tranquilizase pero no podía.
-Esto no es un juego, Alice. Si sigues con él, morirá y tú a no ser que después de su muerte te arrepientas, también morirás –me amenazó Johnny nada más bajar del coche de Héctor.
-Si me matas, significa que no me quieres –dije desafiante.
-Te equivocas. Te quiero muchísimo pero no puedo vivir viendo como tu corazón le pertenece a él.
-Y la solución es matarme.
-No es la solución pero no veo otra forma de…
-¿De pertenecerte?
-Johnny, Alice decide con quien quiere estar y ha decidido estar conmigo. Ha sido una lucha limpia.
-No ha sido limpia. Mientras yo me iba con mi padre para perseguir a unos gilipollas, tú estabas en tu cafetería de mierda poniéndola en mi contra.
-¡Ella no sabía que éramos familia!
-Pudo haber mentido como cuando dice que no siente nada por mí.
-¿Cómo puedo sentir algo por alguien que me amenaza con matarme a mí y a la persona que quiero? –dije histérica.

No contestó, le había pillado. Sabía que mi respuesta era racional y que no tenía nada que decir al respecto porque cualquier cosa que dijese, sería ilógico y seguramente de alguien sin corazón ni sentimientos.
-Entonces vuestros corazones van a dejar de latir –dijo mientras sacaba de su chaqueta una pistola.

Héctor me empujó para que me pusiera detrás suyo. Johnny disparó y noté un fuerte empujón de Héctor que hizo que me fuera para atrás. Johnny tenía la boca abierta. No entendía nada. De repente, Héctor calló al suelo de rodillas y después se desplomó sobre el asfalto. Robert al oír el disparo, se acercó corriendo y me abrazó con fuerza mientras lloraba y gritaba histérica. La gente no paraba de acercarse. Johnny al ver como mi hermano le miraba, guardó su pistola y se fue en su coche.

Teresa vino corriendo para ayudarle a Robert a sujetarme. Empecé a tener un ataque de ansiedad. Me faltaba el aire, las lágrimas me ahogaban. Solo podía ver el cuerpo sin vida de Héctor tirado en el suelo.

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