sábado, 16 de noviembre de 2013

El Cliente -> Capítulo 1



Las diapositivas pasaban delante de mis ojos mientras un hombre alto vestido con un traje negro impecable y a medida, mi jefe, iba explicando lo que salía en las diapositivas. Eran rostros de personas. Algunas caras me sonaban familiar de haberlas visto en otra reunión de la empresa, y otras me eran totalmente desconocidas.
Di un pequeño sorbo a mi taza de café mientras no apartaba la mirada de las diapositivas. Acto seguido, me acomodé en el sillón y estiré mi traje para que no se arrugara.
-Jefferson, ¿Podrías decirnos quién es? –me preguntó mi jefe mirándome fijamente mientras todos se daban la vuelta para mirarme.

Observé el rostro. Era una bella mujer dentro de un Maserati. Observé más de cerca la foto. Tenía el cabello de un color castaño muy claro, casi rubio. Los labios pintados de un rojo brillante muy atractivo y llevaba una gabardina de piel de oso blanca.
-¿Sabes quién es? –volvió a preguntarme mi jefe mientras se acercaba a mí.
-No, señor. No la he visto nunca –dije con una voz firme y volví a sentarme en mi sillón de cuero negro.
-¿Alguien de esta sala reconoce a esta mujer? –preguntó en voz más alta mi jefe mirándonos a todos con sus ojos negros como el azabache.

Todos los allí presentes negaron con la cabeza mientras observaban la diapositiva con seriedad.
-El trabajo de los espías como nosotros, es el conocer a todos y cada uno de los traficantes, terroristas, mafiosos… como si fuéramos su diario.  Muchas empresas y jefes que trabajan de lo mismo que nosotros, piensan que es mejor vigilarlos de lejos con cámaras ocultas, micros y todas esas cosas de la nueva tecnología. Pero nosotros somos diferentes. Nosotros debemos acercarnos a ellos, hablar con ellos sin que sepan quienes somos. Conseguir detenerlos antes de que consigan su propósito. Éste es nuestro trabajo. Y tú, Jefferson, serás quien vigile de cerca de esta mujer, Kira Slim.
Es una gran mafiosa pero muy sentimental así que ya sabes lo que tendrás que hacer.
-Cortejarla –añadí yo de forma muy seria.
-Exacto. Así que vete a tu despacho y empieza a investigar su paradero y cómo puedas entrar en contacto con ella de una forma ingeniosa y por favor, creíble. También tendrás que averiguar por qué ha venido a Nueva York. Es la primera vez que sale de su tierra.
-Tiene un negocio importante.
-Tu trabajo es saber qué trama y pararla antes de que consiga su propósito.
-Me pondré ahora mismo a investigar –dije con firmeza mientras me levantaba y me iba sin vacilar a mi despacho.

Entré en mi despacho y encendí el ordenador. Mientras se encendía, miré por mi enorme ventana que estaba a la otra punta de la enorme sala. Estaba así diseñada por si alguien con unos prismáticos de unos aumentos bastante potentes intentaba ver lo que hacía en mi ordenador.
Miré hacia abajo. Las personas que pasaban por la calle parecían hormigas. Aunque no podía ser de otra forma estando en el 18º piso. Me di media vuelta y me dirigí a mi escritorio. Me senté en mi sillón de cuero blanco y empecé a teclear en mi ordenador. Me metí en la base de datos de la oficina. Tecleé el nombre de la mujer mafiosa y empecé a leer con poco interés. Observé su imagen al terminar de leer el documento. Era una mujer increíble. Había conseguido despistar a la policía un millón de veces. Había conseguido que le temieran en toda su tierra y ahora venía aquí a Dios sabe qué. Sabía varias formas de lucha y conseguía paralizar a alguien más corpulento que ella sin despeinarse.  Kira Slim tenía 26 años al igual que yo y ya era una perfecta mafiosa. Observé de nuevo su foto. Era preciosa y al parecer, bastante lista y luchadora. Iba a ser un hueso duro de roer.
Busqué su paradero. Se hospedaba en el hotel más caro de todo Nueva York, el hotel St. Regis. Sólo aquellos que ganaban más de 3000 dólares mensuales podían permitirse ir allí. Aunque en Manhattan nada es barato.
Su habitación era la 315. Seguramente era una suite más grande que mi piso y llena de los muebles más caros y con servicio de limpieza y gastronómico privado.

Me acomodé en mi sillón y empecé a fantasear pensando que tenía posibles para hospedarme en ese hotelazo de 5 estrellas.
-¿Ya has encontrado dónde está? –me sobresalté al oír la voz de mi jefe tan cerca de mí. No había notado su presencia.
-Sí, señor –dije mientras le daba a imprimir.

5 segundos más tarde, salió un folio con toda la información que necesitaba. Se la di. Y observé su rostro mientras leía con atención todo lo que ponía en el folio.
-Buen trabajo Jefferson. Ahora piensa la forma de contactar con ella y avísame cuando veas que es creíble tu nueva identidad. Pero tienes que ser rápido. No sabemos lo que trama ni cuánto tiempo se va a quedar en nuestro país. Fuera de aquí no podremos hacer nada. Todo depende de ti.
-No le defraudaré, señor.
-Eso espero. Tenemos una reputación que conservar –comentó mientras dejaba el folio encima de mi escritorio.

Cuando Joe salió de mi despacho, empecé a apuntar ideas sobre mi nueva identidad en una libreta. Para poder cortejarla, tendría que ser un negocio que nos llevara muchas horas de reuniones. Tras varias horas pensando, una idea vino a mi mente. La escribí en la libreta y me dirigí al despacho de Joe.
Toqué con los nudillos la puerta de madera. Una voz grave me dijo que pasara y con delicadeza, abrí la puerta.
-¿Tienes algo que pueda interesarme? –dijo mi jefe bastante serio mientras se daba media vuelta y miraba por sus enormes ventanales.
-En el informe pone que suele cocinar en su gran mansión por lo que deduzco que le gusta cocinar. Así que he pensado en pasarme por un chef.
-¿Y un chef va a usar una tarta para detenerla? Por favor, no me hagas reír.
-A ella le gusta cocinar y también sabrá el veneno más potente que no deja rastro en un cuerpo.
-¿En qué estás pensando, Jefferson? La queremos viva.
-Me explico.
-Mejor porque de momento no te sigo.
-La diré que hay otro chef que mató a mi mujer. Y que yo quiero vengarme haciendo que él coma un pastel de aspecto exquisito pero mortal. Entonces, la preguntaré si le gusta cocinar y si me dice que sí, la pediré su ayuda para inventar un nuevo pastel nunca visto.
-Y haciendo experimentos con la comida, conseguirás quedar con ella bastantes veces, ¿es eso?
-Exacto.
-Pero tú no sabes nada de cocina.
-Por eso quedaremos tantas veces porque chafaré todos los pasteles hasta conseguir todo lo que necesitamos. ¿Qué le parece?
-Ponte manos a la obra. No tenemos mucho tiempo. Mañana la llamarás y concertarás una cita con ella. Y por favor, se un caballero e intenta que caiga en tus redes.
-Entendido señor. Seré el tipo de hombre que cualquier mafiosa sueña con tener en su cama.
-Perfecto, ahora, fuera de mi vista.
-Sí, señor.

Era ya la hora de irme y hoy celebraba el cumple de mi hermano. Así que cogí la bolsa en la que estaba su regalo y mi gabardina negra y salí de allí. Mi hermano, Gabi, me esperaba en un bar del barrio de nuestra infancia. Hacía un poco de frío en la calle así que muchas chicas irían al bar para no congelarse. Al final de la calle, vi a mi hermano que entraba en el bar. Cuando yo entré, él ya tenía una copa en la mano y tenía una mujer debajo de cada brazo. Las chicas eran bastante atractivas y al parecer, estaban un poco alegres. Las chicas se reían con cada frase que decía mi hermano pequeño. Me acerqué a mi hermano y le puse la mano en su hombro.
-Aquí está mi hermano.
-¡Vaya! Es bastante guapo –dijo una de las chicas.
-Ya os lo he dicho chicas. Mi hermano se las lleva a todas.
-No exageres –dije ruborizado.
-Es cierto aunque yo también me llevo unas cuantas.

Las chicas volvieron a reírse y la chica que era morena me miró de forma muy provocativa y se acercó a mí.
-¿Quieres que te pida una copa? –me preguntó la chica morena mientras yo no podía apartar la mirada de su provocativo cuerpo de modelo.
-Yo invito –dije mientras me acercaba a la barra y pedía dos cubatas.

La chica comenzó a tocarme la espalda y me desabrochó la gabardina. Yo me la quité y la dejé en un sofá. Cogí a la chica de la mano para que se sentara conmigo allí. La chica puso su mano en mi rodilla. Yo alcé la mirada y vi como mi hermano me miraba orgulloso mientras la chica que tenía bajo su otro brazo, le besaba el cuello.
-¿Cómo te llamas? –le pregunté mientras ponía mi mano en su cintura.
-Emma.
-Yo soy Jefferson. Encantado –dije mientras cogía el cubata y le daba un pequeño sorbo.

Lo que pasara hoy con Emma, me ayudaría para el caso de Kira Slim. No sería una chica tan fácil como Emma pero como bien decía mi hermano, siempre conseguía hasta a la chica más mojigata y difícil. Supongo que tenía un don.
Emma se acercó a mi cuello y sus labios empezaron a rozarlo. Me gustaba que no fuera nada tímida pero no me gustaba ganarme a las chicas tan rápido.
La mano de Emma subió por mi pecho y desabrochó mi corbata y el primer botón de mi camisa. Decidí que los dos teníamos muy claro lo que queríamos. Nos acabamos los cubatas y me la llevé a mi piso no muy lejos del bar. Dejé a mi hermano besándose con la otra chica. Nos vio irnos y me hizo una señal de que él enseguida haría lo mismo ya que el ambiente se estaba calentando.

Cogí de la mano a Emma y con un paso bastante ligero, fuimos a mi piso. Al llegar, me quité la gabardina y ella hizo lo mismo con su abrigo.  La cogí por la cintura y la observé de arriba abajo. Su vestido de color dorado brillante ocultaba sus muslos pero dejaba las rodillas a la vista. Un escote en forma de pico y la espalda la tenía desnuda.
-¿Quieres tomar algo? –le pregunté señalando mi mini-bar en el que había licores de todo tipo.
-No, gracias. ¿Podrías decirme dónde está el baño?
-Todo recto y a la izquierda.
-Gracias –dijo mientras se acercaba y me mordía el labio inferior.

Mientras se alejaba por el pasillo, me di media vuelta y bebí un poco de whisky. Me había dejado el sabor de su carmín en los labios y casi no podía saborear el sabor del whisky.
Al notar que Emma tardaba en salir del baño, fui a buscarla pero no estaba allí. Me di media vuelta confundido y vi un sujetador en el pomo de la puerta de mi cuarto. Entré en mi cuarto y pude observar con excitación su cuerpo completamente desnudo sobre mi cama. Me miraba insinuante. Me acerqué a ella pero antes de besarla me quité la camisa. Sus labios empezaron a recorrer todo mi cuerpo y la respiración se me aceleraba por momentos. Se movía como una diosa y no me dejaba a mí hacer nada, me tenía paralizado. Estaba muy segura de sí misma. La acaricié los muslos y le besé el cuello con pasión.
En pocos segundos, estuvimos los dos desnudos sobre mi cama.

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