viernes, 22 de noviembre de 2013

El Cliente -> Capítulo 3



Dejé mi abrigo en mi despacho y fui a donde mi jefe. Estaba en la cafetería de la empresa tomándose un café mientras tecleaba algo en su móvil. Me acerqué y él alzó la mirada.
-Buenos días, señor.
-Buenos días, Jefferson. Cuéntame qué tal ayer.
-Congeniamos desde el primer instante. Accedió a hacer el pastel conmigo y fui su guía turístico de la ciudad. Le invité a cenar y le acompañé a su habitación.
-Muy buen trabajo. Ahora lo que necesitas es que caiga rendida a tus pies.
-No es una mujer fácil como las del bar, señor. Debo ir poco a poco si no quiero que todo lo conseguido se vaya a la mierda.
-Me parece bien. ¿Ya has planeado qué harás hoy con ella?
-La llevaré a un local dónde hay una pequeña cocina y empezaremos a probar pasteles. Y puede que después vuelva enseñarle otro poco de Nueva York.
-Perfecto e intenta sacarle información sobre su estancia aquí.
-Entendido, señor.

Me di media vuelta y fui a mi despacho. Mi secretaria ya había dejado una taza de café en mi escritorio. Me lo tomé lentamente mientras recordaba la fabulosa noche que había pasado con Elizabeth. Aún tenía el olor de su perfume impregnado en mi cuerpo.

A media mañana, cogí las llaves del coche de la empresa y fui al St. Regis a buscar a Kira. Entré a la cafetería del hotel y dos minutos más tarde, apareció Kira con dos de sus guardaespaldas pisándole los talones. Me acerqué a ella y le di un suave beso en la mano.
-Buenos días, señora –dije con un tono muy formal y respetuoso.
-Buenos días, Luigi y por favor, llámame Kira porque lo de señora me suena a persona mayor rozando los 60 años –dijo soltando una pequeña risita al final.

Observé su figura. Llevaba un pantalón gris con una chaqueta, calzado y bolso a juego. Y como no, todo ello valdría más de 5000 dólares.
-¿Está lista para mancharse las manos? –le pregunté mientras salíamos del hotel y le abría la puerta del copiloto para que entrara.
-Preparada –dijo sonriente.

Me extrañaba que fuera tan amable conmigo siendo una mafiosa que había matado a personas con sus propias manos sin sentir el más mínimo remordimiento. Aunque por otra parte, me gustaba que fuera una persona tan abierta y amable. Podía hacer mi trabajo con facilidad, sin complicaciones.
Los guardaespaldas se sentaron en los asientos de atrás. Conduje hasta un local de un amigo que había sido un cocinero buenísimo. Por lo que en aquella pequeña cocina, encontraría todos los utensilios e ingredientes que iba a necesitar.

Cuando entramos, nos quitamos los abrigos dejándolos en una silla y empecé a abrir cajones en busca de un par de delantales.
-Toma –le dije dándole el primer delantal que encontré.
-Gracias.

Yo seguí buscando y a los pocos segundos encontré otro. Nos arremangamos y nos atamos los delantales.
-Muy bien. ¿Cómo quiere que sea el pastel, Luigi?
-Letal –dije con un tono malévolo.

Kira se echó a reír ante mi tono. Se frotó las manos y empezó a escribir en una hoja las clases de pasteles que podríamos cocinar.
-¿Qué le parece un pastel de chocolate relleno de crema y por encima fresa rallada?
-Suena delicioso. ¿Sabe cocinarlo?
-Pues lo cociné hace unos años pero no me quedó muy bien. Aunque podemos intentarlo si quiere.
-Me parece bien. ¿Qué ingredientes se necesitan?
-Harina, huevos, fresas, chocolate líquido, crema, azúcar… -dijo mientras yo buscaba por los armarios los ingredientes.

Empezamos a mezclar ingredientes hasta conseguir una masa espesa. Cada vez que ella desviaba la mirada para otro lado yo echaba pimentón fuerte, alguna que otra especia… en resumen, un popurrí de ingredientes que sabrían a rayos.
-¿Cuántos años lleva en esto de la cocina? –me preguntó Kira mientras metía en un molde el contenido de la cazuela.
-12 años. Desde pequeño fue mi pasión y al ver que era bueno, fui a estudiar a una universidad de cocina.
-Empezó muy joven entonces.
-Sí y si le digo la verdad, no me arrepiento del trabajo que hago.

Metimos toda la masa espesa en un molde redondo y lo puse con delicadeza dentro del horno. Nos apoyamos los dos en la encimera y Kira me miró fijamente.
-¿Pasa algo? –le pregunté nervioso pensando que no se había tragado mi treta.
-No,  no pasa nada –dijo evitando mi mirada mientras notaba como un sonrisa tímida surgía en sus dulces labios.

No insistí ya que no quería que pensara que era un cotilla y decidiera no ayudarme a hacer más pasteles ya que este iba a ser un bodrio.
-¿Tiene pareja, señorita Slim? –pregunté intentando comenzar una conversación.
-Tenía –dijo con un tono bastante apagado.
-¿Qué pasó?
-Él pertenecía a una familia muy adinerada pero no eran mafiosos ni querían serlo. Era una familia honrada que cada centavo que tenían, lo habían conseguido trabajando. Conocí a Federico cuando yo tenía 16 años. Él era dos años mayor que yo por lo que mi padre no dejaba que se acercase a mí. Pero ya sabes lo que pasa. Cuando te prohiben algo, más irresistible se vuelve y caes en la tentación aún sabiendo que desobedeces a tu padre. Me escapé con Federico. Estuvimos una semana desaparecidos hasta que mi padre dio con nosotros. Nunca vi a mi padre tan enfadado y decepcionado conmigo. Unas semanas más tarde, me di cuenta de que estaba embarazada. No se lo dije a nadie pero mi padre notaba que tenía nauseas, que ya no me quejaba de la tripa cuando me venía el periodo… Una noche me hizo llamar a su despacho. Allí se encontraba Federico algo que me puso más nerviosa de lo que estaba.
-¿Qué os dijo? –pregunté curioso.
-Mi padre, durante los tres meses que me había visto rara, ya se había hecho a la idea de que estaba embarazada. Mi padre es muy inteligente y estaba claro de que se daría cuenta de mi mentira tarde o temprano. Mi padre no quería que manchase el nombre de la familia por lo que mi padre nos obligó a casarnos.
-¿Está casada? –pregunté con los ojos muy abiertos y las cejas alzadas.
-La boda jamás llegó a celebrarse.
-¿Por qué? ¿Qué pasó?
-Me extrañaba que mi padre me dejara casarme con el hombre al que amaba. Federico no sabía que yo pertenecía a la mafia y cuando se enteró, quiso dejarme. Mi padre y Federico empezaron a forcejear. Mi padre no iba a consentir que diera a luz soltera. Yo intenté separarlos y recibí la peor parte. Me empujaron intentando apartarme de ellos pero estaban tan enfrascados en su pelea, que no se dieron cuenta de que detrás de mí había unas escaleras. Por lo que al empujarme, me caí por las escaleras perdiendo así al bebé que llevaba en mis entrañas. Mi padre le echó a él toda la culpa y mandó que lo mataran –dijo la última frase casi sin voz aunque ninguna lágrima salió de sus ojos. Sabía perfectamente que no era una mujer débil y que no se derrumbaría delante de mí.
-Lo siento mucho.
-No te preocupes, después de aquello, supe que Federico jamás habría estado en los malos momentos. Supongo que es verdad eso de que a base de golpes se aprende y yo me llevé el más duro de todos. No me quedé estéril aunque el ginecólogo me dijo que tendría muchas dificultades para quedarme embarazada.
-Una vez mi mujer me dijo que no poder dar la vida, es lo más duro que le puede pasar a una mujer.
-Y está en lo cierto.

Sonó el timbre del horno haciendo que los dos nos sobresaltáramos.
El pastel estaba listo. Cogí dos trapos y con cuidado, puse el molde encima de la encimera.
-Hay que sacarlo del molde –dijo Kira con un tono bastante relajado.
-Yo me encargo.
Había visto varios programas de cocina para este caso por lo que sabía perfectamente cómo sacar el pastel del molde sin romperlo. Lo saqué con éxito y lo puse encima de un plato llano.
-No podemos probarlo hasta que se enfríe –dijo mientras miraba el pastel de reojo.
-¿Quiere una copa de vino?
-Sí, por favor.

Nos sentamos en unas sillas y nos servía dos copas de vino. Sabía que después de hablar de algo tan duro, se necesitaba meter alcohol en el cuerpo.
-Luigi, si le cuento todo esto es porque confío en usted. Ha pasado por lo mismo que yo y siento que por fin alguien me entiende y me escucha.
-¿Acaso la ignoran?
-Solo les interesa que mis negocios sean un éxito. Mi vida personal les importa una mierda. Nunca he podido hablarlo con alguien y eso ha hecho que tenga tragar todo lo que me pasa. Por lo que cuando tengo que encargarme de alguien, me desahogo con ira y crueldad.
-Vaya –dije nervioso mientras me desabrochaba el primer botón de mi camisa.
-Lo siento, no quería asustarle –dijo mientras me miraba a los ojos.
 Di un pequeño sorbo a mi copa y ella hizo lo mismo.
-Kira, ¿qué le trae por mi ciudad?
-Ya se lo dije, negocios.
-¿Por cuánto tiempo podré gozar de su presencia?
-No lo sé. De momento por dos semanas luego ya depende de si surge algún imprevisto.
-¿Qué clase de improviso? –le pregunté aunque tenía que intentar controlarme porque sino, enseguida se daría cuenta de que esto era un interrogatorio.
-Pues… si la policía se entera de mis negocios, vendrán a por mí.
-También pueden venir a por mi. Estoy planeando un asesinato.
-Es cierto. Creo que no va a ir al cielo –dijo con un tono gracioso.
-Entonces, nos veremos en el infierno –le dije guiñándole un ojo.

Kira me miró divertida y yo le di el último sorbo a mi copa de vino. Decidí enseñarla otro poco de Nueva York mientras el pastel se enfriaba y como no, los guardaespaldas nos seguían. Me sentía incómodo teniendo a mis espaldas a dos musculosos hombres que podían aniquilarme en menos de un segundo. Aunque cuando estaba volcado en la conversación que tenía con Kira, ni me daba cuenta de que nos acompañaban. Nunca habían hablado así que no sabía si entendían algo de lo que decía. Los ojos de esos hombres podían llegar a ser tan oscuros, que parecían agujeros negros.

Kira parecía divertirse con el pequeño Tour que le estaba haciendo. La cogí de la mano cuando tuvimos que andar entre la multitud. No quería perderla ni un segundo de vista. Llegamos a un pequeño mirador que daba al mar. Las olas chocaban contra las rocas con fiereza. El largo pelo de Kira, se movía de un lado para otro haciendo que ella tuviera que recogérselo en un simple moño para que no le diera el pelo en los ojos.
-¿Te gusta?
-Me encanta –respondió mientras miraba con entusiasmo aquel paisaje.
-Me alegro de que te guste.
-Lo malo es que con el viento te quedas helada –dijo mientras se frotaba las manos.

La cogí de la mano y bajamos unos cuantos escalones hasta llegar a una pequeña cafetería. Abrí la puerta y dejé que ella entrara primero. Pedimos dos cafés y dos bollos de crema y nos sentamos en una mesa que estaba libre.
Los guardaespaldas, se quedaron fuera pero mirando por el enorme cristal que tenía la estancia para no quitarnos un ojo de encima.
Una camarera bastante guapa, nos trajo lo que habíamos pedido. Sentí como me miraba y yo no pude evitar mirarle el escote cuando iba dejando lo de la bandeja encima de la mesa. Ella notó que la miraba y sonrió. Como si hubiera sido un acto reflejo, retiré la mirada y miré a Kira que no parecía haberse dado cuenta de mi intercambio de miradas con la camarera. Observaba el local con interés y noté como fijó su mirada en la pared y frunció el ceño.
-¿Pasa algo? –le pregunté curioso.
-Nunca había visto una decoración tan peculiar.

La cafetería tenía las paredes llenas de tazas de café y de té. Cada una diferente, no conseguí ver dos iguales. Y del techo, colgaba una tetera espectacular. Me recordaba a la tetera de “La Bella y la Bestia”.
-Nueva York es así de impactante –dije divertido.
-Ya veo –carcajeó.
-Teniendo negocios, ¿cómo es que tiene tanto tiempo libre? –pregunté intentando sacarle algo de información.
-Porque soy una mujer que organiza bien su agenda para tener tiempo para relajarme. ¿Por qué tanto interés en saber qué negocios tengo entre manos?
-Una simple palabra, curiosidad. Me parece interesante lo que haces.
-De interesante no tiene nada y de ilegal todo.
-Kira, tal vez para ti al estar acostumbrada a este estilo de vida, no le parezca interesante pero para alguien que jamás ha matado ni a una mosca, es una vida llena de aventuras.
-No le gustaría estar en mi lugar.
-¿Por qué no?
-Porque no creo que fuera capaz de acatar las órdenes que a mi me dan.
-¿Cómo cual?
-Como que te obliguen a matar a alguien a sangre fría, alguien que a ti nunca te ha hecho nada y que seguramente ni conoces. Tener que quitarle la vida sabiendo que puede que tenga una mujer e hijos que le esperen a cenar. Una familia que quiera darle un fuerte abrazo después de estar todo el día fuera. Pero no puedes pensar en eso mientras le quitas la vida a alguien que para ti es un total desconocido. Así que respiras hondo y disparas.

Me quedé con la boca abierta tras oír aquello. Tenía una vida bastante dura y yo no me había dado cuenta. Kira era fuerte y no dejaba que el corazón decidiera por ella. Ella utilizaba la lógica y acataba cada orden que le daban y eso hacía que sintiera lástima por ella.
-¿A quien tiene que quitarse de en medio?
-No puedo decírtelo aquí.
-Está bien, volvamos a la cocina –dije levantándome y cogiendo mi abrigo del respaldo de la silla.

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