martes, 11 de febrero de 2014

El Cliente -> Capítulo 13

Al parecer, Elizabeth era una traidora y se quería vengar de mí por algo que no sé todavía.
Miré con cuidado por la ventana. Gabi y la agente estaban de pies pero el cuello de cada uno estaba tapado por el brazo de un hombre. Los tenían aprisionados. Sin embargo, Kira ya no llevaba puesta la mordaza.
-Gabi, sabes perfectamente que no es a ti a quien quiero, sino a tu hermano –dijo mientras andaba de un lado a otro de la habitación.
-¡Él no vendrá! –gritó mi hermano desafiándola con la mirada.
-Vendrá, ¿y sabes por qué? Porque sabe que si no aparece, moriréis.
-¿Por qué haces esto?
-Porque mi familia ha sufrido mucho por la culpa de Jefferson.
-¡Él solo hace su trabajo!
-Pues como nosotros.
Elizabeth tenía todo muy bien atado. Sabía que yo tendría que ir sí o sí. Ella era la hermana pequeña de los secuestradores. Aquellos que había detenido hacía unos años por robos y tráfico de drogas.
-¿Quién es Jefferson? –preguntó Kira algo confusa.
-Cuando aparezca, lo sabrás –contestó Elizabeth con una sonrisa malvada ocupando casi todo su rostro.
Por el pinganillo, no paraban de decir un montón de cosas. Necesitábamos un plan antes de que alguien acabase herido.
-¿Joe, qué hago? –pregunté nervioso.
-Vas a entrar con todos los agentes. Los rodearéis y ellos tendrán que rendirse.
-¿Y qué pasa si les disparan antes de que podamos rodearlos?
-No lo harán. Quieren el antídoto, ¿recuerdas?

Di la orden y todos los agentes comenzamos a subir por la fachada. Cuando estuvimos todos en nuestras posiciones, entramos todos por las ventanas. Elizabeth ni siquiera se inmutó al oír cómo los cristales de las ventanas volaban en mil pedazos. Tan solo se dio la vuelta y me observó sonriente.
-Bueno pues ya estamos todos –anunció y después soltó una sonora carcajada.
-¿Luigi? –preguntó confundida Kira.
No contesté. La miré de reojo pero al segundo, desvié la mirada hacia Elizabeth. Ésta, se estaba acercando cada vez más a mi posición mientras los agentes que me acompañaban, no paraban de apuntar a todos los enemigos y se movían lentamente para intentar rodearlos.
-Jefferson, eres peor agente de lo que pensaba.
-Y tú parecías una buena chica.
-La gente cambia y tú lo sabes mejor que nadie, ¿verdad, Luigi? –dijo mirándome. Parecía divertida con aquella situación y podía notar cómo Kira intentaba entender lo que estaba pasando.
-No voy a entrar al trapo ya que es lo que estás deseando. Suéltalos, tengo el antídoto.
-Ya sé que lo tienes. Yo te lo di.

No entendía nada. ¿Qué quería decir con eso?
-Me disfracé del hombre que te dio el antídoto. ¿No te extrañó que te lo pusiera tan fácil?
-¿Has estado detrás de todo esto durante todo el tiempo?
-Desde que nos conocimos en el bar de debajo de tu casa. Yo sabía perfectamente quién eras y conseguir hacerme amiga tuya, fue la parte más difícil. Pero ha salido todo mejor de lo que esperaba. Ahora tengo tres rehenes en vez de a una flacucha.
-Elizabeth, has sido muy astuta pero yo lo soy más –dije antes de apuntarla con mi pistola.
-No me das miedo.
-¿No te da miedo sentirte rodeada? –nada más decir eso, los agentes dispararon a los hombres que tenían aprisionados a mi hermano y a la agente.
No les dieron en la cabeza ya que Joe los quería vivos por lo que les hirieron en los brazos y en las piernas. En cuanto soltaron a mi hermano, vino corriendo hacia donde o me encontraba.
Elizabeth miró cómo sus hermanos se retorcían de dolor en el suelo mientras los agentes se los iban llevando de allí tras esposarlos.
-La guerra ha terminado –dije bajando el arma.
-No, no lo ha hecho –dijo Elizabeth sacando su arma a lo que yo la imité.
-Estás rodeada, baja el arma –le grité mientras sostenía con fuerza la pistola.
Los agentes fueron rodeándola poco a poco hasta que ella estaba en el centro de un círculo. A Elizabeth le temblaba todo el cuerpo y había desaparecido de su rostro esa sonrisa de bruja malvada. Ahora era yo el que la miraba con superioridad.
Elizabeth hizo un movimiento brusco con una pierna y varios agentes de los que la rodeaban, cayeron al suelo.
Al ver eso, le hice un gesto a Gabi para que desatara a Kira y se la llevara de aquí. Quería que las dos personas a las que más quiero, estuvieran a salvo. Gabi me hizo caso sin poner objeción alguna.
Para que Elizabeth no se enterara de nuestra conversación, le fui hablando, contándole cosas que podían ponerla nerviosa y así, ella solo me prestaba atención a mí.
-¿Elizabeth, por qué no te rindes? –pregunté acercándome a ella.
-Tus agentes son unos blandengues. ¿Quién te dice que no puedo todavía vencerte?
-Si me conocieras tanto como tú dices, sabrías que mi adestramiento fue mucho más duro que el de mis compañeros.
-¿Eso debería asustarme?
-No, tan solo hacerte a la idea de que puede que no sea tan fácil salirte con la tuya.
-Todas las cosas que me he propuesto en esta vida, he acabado consiguiéndolas. ¿Quién te dice a ti que no puedo conseguir también esto?
-No puedes.
-¿Por qué no?
-Porque ya no tienes nada con lo que poder amenazarme –dije mientras aparecía una sonrisa de superioridad en mi rostro.
Elizabeth me miró extrañada y después se dio cuenta. Kira y Gabi ya no estaban en aquella habitación. Elizabeth apretó los puños y me miró con furia.
De repente, entró por la ventana un botecito que comenzó a echar humo. Joe no me había avisado nada por el auricular. No eran de los nuestros.
-¡Cubriros la nariz y la boca! –grité mientras me apartaba lo máximo posible del botecito.
Noté cómo Elizabeth desaparecía entre el humo y no paraba de reírse como una histérica. Se había vuelto loca.
Cuando desperté, estaba en mi cama. No conseguía ver de forma nítida. Estaba todo tan borroso que parecía un cuadro de arte moderno.
-¿Jefferson, estás bien? –me preguntó una voz femenina que no pude reconocer porque tenía los oídos taponados.
-Veo borroso y tengo los oídos taponados. ¿Quién eres?
-Soy Ainlena.
-¿Qué ha pasado?
-Tu hermano me lo ha contado todo. Sé a lo que te dedicas y que no os fuiste con los amigos a un camping precisamente.
-Le dije que te mintiera para protegerte.
-Lo sé, no estoy enfadada. Tu hermano me contó que de la nada salió un coche y tiraron un bote de humo a la habitación y antes de que le afectara a Elizabeth, se fue y os dejo allí. El bote echaba veneno y si vuestra empresa no hubiera estado al lado, habríais muerto.
-¿Elizabeth escapó?
-Sí, lo siento.
-Tú lo sabías –murmuré.
-¿Cómo dices?
-Tú sabías lo que planeaba hacer y aun así no lo impediste. ¿Por qué?
-Porque me amenazó con matarnos a mí y a tu hermano. Tenía miedo, no quería perderle.
-Si Gabi me perdiese a mí, tú le perderías a él.
Ainlena decidió no contestar. Tan solo me miró con los ojos llorosos y se humedeció los labios.
Poco a poco, estaba recobrando el oído y la vista y pude ver cómo una lágrima bajaba por su mejilla.
-¿De qué os conocíais?
-Fue una de las amigas con las que alquilé mi primer piso.
-¿Cuándo te vas a mudar?
-¿A dónde? –preguntó confusa mientras cogía un pañuelo para secarse las lágrimas.
-Aquí. Quiero que vengas a vivir con mi hermano y conmigo.
-¿Enserio?
-Claro –dije sonriente.
-¿Está al tanto de esto Gabi?
-Estoy seguro de que no pondrá ninguna pega –respondí guiñándole el ojo.

Nada más levantarme y ponerme una bata, oí como alguien entraba en el piso. Salí al pasillo y me encontré con una escena que pensé que nunca vería. Gabi y Kira acababan de entrar en casa y por lo animados que estaban, se caían bastante bien. Kira, nada más verme, se quedó parada en medio del pasillo.
-¿Qué haces aquí, Kira? –pregunté confuso.
-Tu hermano me invitó a comer y así verte.
-¿Estás bien?
-Sí. Me colocaron el hombro en el hospital y al pasar mucho tiempo sin que me durmieran, mi pierna vuelve a responder a mis órdenes.
-Me alegro de que estés bien –dije sonriendo tímidamente.
-¿Tú cómo estás?
-Bien, no ha sido nada –dije encogiéndome de hombros.
-Necesito hablar contigo de un asunto –dijo mirándome seriamente a lo que mi hermano se fue a su habitación y le hizo un gesto con la mano a Ainlena para que también entrara -. ¿Por qué me mentiste?
-Es mi trabajo.
-¿Tu trabajo era ilusionarme y enamorarme para después entregarme a la policía a la primera de cambios?
-Kira, tenía que gustarte, sí, es cierto pero nunca imaginé que caería en mi propia trampa.
-¿A qué te refieres?
-Que yo me enamoré de ti mucho antes de que tú lo hicieras de mí.
-¿Tú crees que después de saber que eres del bando contrario puedo creer todo lo que me dices? ¿Cómo sé que puedo confiar en ti?
-¿Acaso te he fallado? ¿Tú crees que si no estuviera enamorado de ti, habría ido a salvarte? Habría sido más fácil que te mataran ellos. Me habrían ahorrado trabajo. Pero eso no pasó. Fui allí a salvarte la vida porque resulta que no puedo ser feliz si tú no estás conmigo.

Kira se quedó callada. Seguramente pensaría que todo lo que le estaba diciendo era una sarta de mentiras. Era una mafiosa, era normal que desconfiase de todo y de todos. Por eso mismo, ya me había hecho a la idea de no recuperarla.
-¿Sabes lo que más me jode de todo esto? Que confié en ti. Te conté mis planes e incluso te metí en ellos. Ahora no puedo llevar acabo mi misión porque tú y toda tu empresa está al tanto.
-¿No vas a asesinar al presidente de los Estados Unidos?
-No, no puedo. Se ha corrido la voz y están todos en guardia. No puedo arriesgarme a que me pillen.
-¿Qué va a ser de nosotros? –pregunté con un nudo en la garganta.
-¿De nosotros? Nada. En cuanto pueda me volveré a mi tierra de origen de la que nunca tuve que haber salido.
-Kira, por favor. Sabes que todo lo que te dije en el St. Regis es verdad. Sólo te mentí con mi identidad.
-Ya, pero me mentiste que es lo que realmente importa. ¿Cómo sé que no volverás a mentirme?

Antes de que pudiera contestar, mi móvil comenzó a sonar. Suspiré mientras miraba con los ojos llorosos a Kira que tenía el rostro rígido. Volvía a ser la misma mujer con la que estuve el primer día en la cafetería del St. Regis. Miré la pantalla del móvil. Era Joe, ¡qué oportuno!
-Dime, Joe.
-¿Jefferson, estás con ella?
-Sí, ¿por qué?
-¿Va seguir con su misión?
-No.
-Perfecto. Espósala. Está detenida por intento de asesinato.
-Joe, no puedo hacer eso –dije alejándome de Kira.
-Recuerda para quién trabajas y por qué decidiste meterte a espía.
-Las cosas han cambiado, Joe.
-Si no la detienes, tendré que despedirte.
No tenía ganas de que me echara una reprimenda como lo hacía mi padre cuando sacaba malas notas por lo que colgué sin responderle. Sabía que volvería a llamarme por lo que decidí apagar el móvil. El trabajo jamás decidiría mi felicidad, solo yo podía hacerlo y ahora sabía qué era lo que realmente me hacía feliz.
-¿Vas a entregarme? –me preguntó mientras se cruzaba de brazos.
-No.
-¿Por qué?
-Ya te lo he dicho pero no me crees. Vete antes de que vengan aquí a buscarte.
-Jefferson, si me cubres, también te detendrán a ti.
-¿Acaso eso importa?
-Jefferson, mira. Hace dos minutos, no te habría creído e incluso te habría matado si tuviera un arma. Pero resulta que le has plantado cara a tu jefe por encubrirme. Eso dice mucho más que un millón de declaraciones de amor.
-¿Eso quiere decir que me crees?
-Por supuesto. Vente conmigo.
-No puedo –dije mientras pensaba en mi hermano y su novia.
-No voy a dejarte aquí.
-Kira, deja de decir tonterías. Tienes que irte. Estarán a punto de llegar.

A los pocos segundos, pude oír el sonido de un helicóptero y mucha gente subiendo por las escaleras. Ya estaban aquí.
-Ya están aquí, tienes que esconderte –dije empujándola lejos de las ventanas y de la puerta principal.
-No pienso esconderme –dijo moviéndose de forma brusca para que la soltase.
Era una de las mujeres más cabezonas que había conocido nunca. Sabía que no cedería por lo que fui corriendo al cuarto de mi hermano.
-¿Jeff, qué ocurre? –preguntó mi hermano preocupado al verme alterado.
-Tenéis que iros. Joe y todos los agentes están aquí. Vienen a por Kira.
-Sois vosotros los que tenéis que huir –dijo Ainlena.
-Kira no quiere y sé que va a ver tiros así que prefiero que estéis lejos de aquí.
-¿Y por dónde vamos a salir? –preguntó mi hermano mientras abrazaba a su novia.
-Por la ventana. Tengo un paracaídas en mi armario. Cogedlo e iros.
Ainlena comenzó a tirar de Gabi para que hiciera caso a mis órdenes. Nada más tirarse por la ventana, los espías tiraron abajo la puerta de mi piso. De entre todos los agentes, salió mi jefe o mi ex jefe.
-Jefferson, no puedes enfrentarte a nosotros. Entréganosla.
-Antes muerto.
-Jeff, no tienes que protegerme –dijo Kira detrás de mí.
-Kira Slim, estás detenida por intento de asesinato –dijo Joe acercándose a ella.
-¿Qué pruebas tienen de esa acusación?
-La grabación que nos entregó tu Romeo –dijo mientras sacaba unas esposas.
Kira suspiró y me miró a los ojos. Su rostro era inexpresivo. Estábamos rodeados, no teníamos ninguna escapatoria.
Kira fue dando cortos pasos hasta que estuvo a menos de un metro de Joe. Entonces extendió las manos y Joe la esposó.
-¿Kira, por qué lo has hecho? –le pregunté sin entender nada.
-Para protegerte –dijo en un susurro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario