martes, 23 de septiembre de 2014

Capítulo 4 -> Nuevo Trimestre

El despertador sonó a las siete y media de la mañana y a los cinco minutos, sonó el de mi hermano. Me levanté y me vestí. Hice la cama y empecé a buscar los libros que tenía que meter en mi mochila de tela color negra con dibujos de rosas en blanco. Cogí del escritorio el libro que había comprado ayer y lo metí en la mochila.
Cuando salí de mi cuarto para dirigirme a la cocina, vi que la puerta del cuarto de mi hermano aún estaba cerrada. Abrí la puerta y me encontré a mi hermano roncando tranquilamente y con una mano puesta encima del despertador. Abrí las cortinas pero Robert no se inmutó ni lo más mínimo. De repente, se me vino a la cabeza una idea. Cogí con una mano una parte de la manta y con la otra, otra parte. Conté hasta tres y tiré con todas mis fuerzas de ella. Mi hermano dio tal respingo que se cayó de la cama. Yo me empecé a reír no muy alto para que mis padres no se despertaran. Mi hermano me miró con una mirada de odio. Al ver que se acercaba hacia mi, solté la manta y salí de su cuarto con paso ligero y bajé a la cocina. Mi hermano se había quedado en el marco de la puerta de su cuarto mirándome desafiante. Sabía que me devolvería la jugada.
Entró en su cuarto y se empezó a vestir.
Mientras tanto, yo me puse a desayunar mientras veía un canal de entrevistas en la televisión de la cocina. En cuanto terminé, recogí el bol y lo lavé.
Oí como mi hermano iba bajando silenciosamente por la escalera de madera. Yo me di la vuelta y cogí el bote de suavizante que estaba en un armario de debajo de la encimera. Mi hermano vino a donde yo me encontraba. Vio como abría el tapón del bote de suavizante y lo inclinaba hacia su dirección y entonces se paró en seco.
-No serás capaz, ¿verdad, hermanita?
-Ay hermanito, como se nota que no me conoces -le dije mientras alzaba un poco el bote poniéndolo a unos centímetros por encima de su cabeza.
-Vale, vale que quiero ir limpio el primer día.

Se apartó de mí para coger un bol y llenárselo de leche. Yo guardé el bote de suavizante y me fui al baño. Me lavé los dientes y la cara y me dirigí al perchero de la entrada en busca de mi abrigo. Al principio no lo encontraba y llegué a pensar que lo había cogido mi hermano para fastidiarme. Luego vi, que lo había puesto debajo del abrigo largo de mi madre. Al ser casi del mismo color que el mío, no lo conseguía distinguir. Mi hermano empezó a sonreírme y cogió su abrigo. Al cogerlo, lo paso por encima de mi cabeza despeinándome. Me puse el abrigo y fui al baño a peinarme. En cuanto salí, vi que mi hermano me estaba esperando.
-Venga Alice, por favor. Llévame al instituto que ando medio dormido y como conduzca mi coche me voy a estrellar.

Le miré y al principio negué con la cabeza hasta que vi que no llevaba encima las llaves. Mi hermano puso una sonrisa burlona y vi como las sacaba de su bolsillo.

-O me llevas, o me da a mí que vas a tener que ir andando -me dijo mientras meneaba en alto las llaves.

Asentí y él me dio las llaves. Nos quitamos los abrigos y nos metimos en el coche. Puse la calefacción y arranqué. Esta vez, mi hermano no encendió la radio ni intentó fastidiarme por la simple razón de que aún estaba medio dormido.
En cuanto llegamos, entré en el parking del instituto pero no encontré ningún sitio libre. Salí del parking y empecé a buscar por algún sitio cerca del instituto. Encontré uno a poca distancia. Mi hermano no paraba de ponerle pegas a mi manera de hacer maniobras para aparcar. Yo le ignoraba. En cuanto lo aparqué, cogimos las cosas y empezamos a andar en dirección del instituto. Robert vio a sus colegas que le llamaron para que se fuera con ellos.
-Bueno enana gracias por traerme pero mis colegas me reclaman. A la salida me llevas de vuelta a casa, ¿no?
-No sé. Luego a la salida te digo si es que no me he ido antes -le dije vacilante.

Mi hermano se dio media vuelta y se fue con paso ligero hacia sus amigos. Les chocó a los 4 el puño y se fue hacia su clase.
Yo entré a mi clase de historia, era la única clase en la que no estaba con Teresa, y allí vi a mi vecino nuevo. Me senté a su lado y nos presentamos.
Antes de que empezara la clase, me estuvo hablando de donde venía. Saqué tres cosas en claro: se llamaba Johnny Winston, se había mudado por el trabajo de su padre y no tenía hermanos.
Tenía los ojos verdes muy brillantes, era bastante alto, tenía el pelo corto y negro y al estilo Mohawk. Tenía un pendiente en la oreja derecha que le daba un toque rebelde, pero no lo era. No lo era en absoluto.
Después de que él me contara su vida, me pidió que yo le contara la mía. Pero antes de que pudiera empezar, entró el profesor de historia, Harry Thomson. 
-Bueno chicos, ¿qué tal las navidades?
La gente empezó a hablar a la vez y Harry tuvo que pedir varias veces que la gente se callara.
Los alumnos empezaron a hablar de que habían ido a esquiar, otros que habían ido a visitar a la familia…
Tanto Johnny como yo, no dijimos nada.
Tras 15 minutos de charla sobre las vacaciones, el profesor presentó a su alumno nuevo Johnny y empezó a dar clase.

En cuanto terminó la clase, me quedé hablando con Johnny.
-Bueno ya me contarás algo sobre tu vida -me dijo Johnny guiñándome un ojo. Yo le sonreí y le dije adiós con la mano.

Me dirigí hacia mi taquilla y dejé los libros de historia para coger los de literatura.
Sonó el timbre y entré en clase. Allí, encontré a Teresa en la tercera fila. Me acerqué a ella y empezamos a hablar. La vi algo preocupada pero me lo negó cuando le pregunté si le pasaba algo. Estaba inquieta y en clase de literatura, el profesor la llamó la atención un par de veces porque no estaba prestando atención al libro de “Romeo y Julieta”.
Sabía que la pasaba algo que no me quería contar. La clase terminó y el timbre sonó. La siguiente hora la teníamos libre por lo que la cogí del brazo y la llevé al baño de las chicas.
-Teresa sé que te pasa algo que no me quieres contar. Sabes perfectamente que puedes contar conmigo -le dije mientras le levantaba con un dedo la barbilla.
Se le empezaron a humedecer los ojos y me abrazó con fuerza.
-Mis padres no han venido a casa a dormir  -dijo entre sollozos-. Hoy me he levantado y no habían venido, les he llamado al móvil pero no me cogen. Sé que viajan mucho pero antes de irse, me dijeron que vendrían a dormir porque la cena era en un restaurante que estaba a las afueras de la ciudad.
La abracé con más fuerza contra mi pecho intentando calmar sus sollozos. La dije que se fuera a casa que yo me encargaría y así lo hizo. Yo recogería a su hermana pequeña. En cuanto se fue a casa, yo me fui a la biblioteca. Allí me encontré con Johnny.
-Hola, ¿vienes a estudiar? -me preguntó entre susurros.
-No, me tengo que leer un libro para literatura y como en casa sé que mi hermano va a estar fastidiándome,  prefiero leerlo aquí.
-¿Es menor que tú?
-No lo es, me saca dos años pero parece que es un niño de 5. ¿No te lo contó mi madre? Porque es una señora que se enrolla más que las persianas.

Nos reímos los dos por lo bajo. Yo saqué mi libro y él se puso a estudiar biología.
No pude concentrarme mucho a causa de la desaparición de los padres de Teresa.
Leí el primer capítulo sin prestar mucha atención. En cuanto lo terminé, empecé a pensar en lo mal que lo podía estar pasando ahora mi mejor amiga. Tenía que ir a denunciar la desaparición de sus padres pero no podía irme del instituto. Aún no habían terminado las clases. ¿Tendría que mentirle al profesor diciendo que estaba enferma, o tendría que esperar a salir de clase para ir a la comisaría? Además, primero tendría que ir a recoger a Lucy.
-Mirando al techo no se lee, Alice -me dijo con voz baja pero burlona Johnny.
-Tan solo me he distraído un poco.
Johnny bajó la mirada hacia su libro de biología y se puso de nuevo a estudiar.
Empecé a jugar con un mechón de mi pelo pelirrojo oscuro.
Johnny alzaba la mirada de vez en cuando y se reía por lo bajo al ver que no estaba leyendo y que seguía mirando a las musarañas.

En cuanto sonó la campana, salí con un paso ligero de la biblioteca y dejé el libro en la taquilla negra de metal y cogí los libros de mi próxima clase.
En cuanto terminaron las clases, me monté en mi coche y arranqué. Antes de que pudiera salir del aparcamiento mi hermano se acercó al coche, se agachó un poco y tocó con los nudillos suaves golpes en la ventanilla del copiloto. La bajé lentamente y me incliné hacia el asiento del copiloto.
-¿Pensabas irte sin mi?
-Tengo que ir a recoger a la hermana pequeña de Teresa y luego…-¿tenía que contarle la verdad? ¿Pensaría que sería una mentira para irme por ahí con alguien?- voy a ir a cogerme un pañuelo para el cuello que vi el otro día en el centro comercial -genial, ahora encima me tenía que comprar un pañuelo.
-¿Y no puedes ir a comprarlo otro día y hoy llevarme a casa? Hace frío y no quiero cogerme un catarro por tu culpa.

Le hice un gesto con la mano para que entrara dentro. Iba a contarle la verdad, tal vez él podría ayudarme.
En cuanto cerró la puerta, le conté la desaparición de los padres de Teresa.
-¿Y por qué no me lo querías contar? ¿Acaso no confías en mí? ¡Soy tu hermano!
Tenía razón, era mi hermano y seguramente lo habría entendido y me habría ayudado. Después de todo, para eso está la familia, ¿no?
No supe responderle y él quería una respuesta.
-Robert, claro que confío en ti pero no sabía si me creerías o si pensarías que sería una treta mía.

Se cruzó de brazos, sabía que le debía una disculpa pero ahora mismo andaba con la cabeza embotada, hecha un lío.

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