martes, 3 de diciembre de 2013

El Cliente - > Capítulo 5



Eran las dos y media de la tarde y yo estaba en mi despacho nervioso. Esta noche la iba a pasar al lado de una mujer inteligente con sed de sangre. No me gustaba la idea de que me estuviera utilizando para ayudarla a despistar a los pocos guardias de la Casa Blanca que hubiera, pero no me quedaba más remedio si quería detenerla y meterla a ella y a todos sus socios entre rejas.
Salí de mi despacho y me apoyé contra la pared. Mi secretaria me miraba preocupada. Me froté la cara con las manos.
-¿Está bien, señor?
-Sí, Sarah, tranquila. Es solo que estoy un poco agobiado pero no es nada.
-Si quiere puedo traerle una tila –me ofreció mientras se levantaba de su sitio de trabajo para ir a recoger unas hojas que llegaban por el fax.
-De verdad, Sarah, no es necesario. Gracias.
-Bueno, si quiere algo ya sabe dónde encontrarme –dijo dándose la vuelta y devolviéndome una sonrisa.
-Gracias, Sarah.
-De nada, señor.

Me di media vuelta y entré a mi despacho con la intención de coger mi abrigo e irme a recoger a Kira. Cogí las llaves del coche de la empresa y después de despedirme de Sarah, bajé al garaje subterráneo. Al arrancar el coche, me sentí más seguro de mí mismo. Tenía la impresión de que estaba interpretando a un personaje que sinceramente, no iba para nada conmigo.
Era la segunda vez que iba tan despacio con una mujer. La primera vez, fue un error que cometí pero no me arrepiento de haberlo cometido y si me dieran la oportunidad, lo volvería a cometer porque fue un época llena de locuras.  Mi hermano Gabi nos presentó. Era una mujer increíble pero no pudo ser nuestra historia.
Mientras pensaba en mi pasado, me di cuenta de que Kira estaba en la entrada del hotel esperándome.
-Buenos días –la saludé mientras entraba por la puerta del copiloto.
-Buenos días. ¿Qué tal anoche?
-Normal, como todas. ¿Y la tuya?
-Solitaria. Como no quisiste hacerme compañía…
-Ya te dije que anoche no podía. Estaba bastante fatigado y necesitaba unas cuantas horas de descanso.
-No te digo que no pero… ya sabes, no me gusta estar sola una noche como la de ayer.
-¿Y cómo fue la de ayer?
-Entretenida –dijo mientras se mordía el labio inferior.

Al llegar al local, bajé del coche y cerré la puerta detrás de mí. Anduve hasta la puerta del copiloto y la abrí dejando que Kira saliera. Le ayudé a salir cogiéndole de una mano.
-¿Esta noche me harás compañía? –me preguntó con un tono bastante provocativo mientras ponía su rostro a pocos centímetros del mío.
-Solo si tú quieres.
-Ya te he dicho que no me gusta estar sola –respondió alegre al saber que esta noche no la pasaría sola como la noche anterior.
Entramos en el local y aún olía al matarratas que habíamos creado ayer. Cogí un ambientador de unos de los armarios y rocié un aroma de hierba buena por toda la estancia.
-Mucho mejor –dije para mí mismo al notar que podía respirar sin la impresión de sentirme mareado. 
-He traído un libro de recetas de pasteles –dijo mientras sacaba un pequeño libro de su bolso de Dolce & Gabbana.

Comenzó a ojearlo mientras murmuraba cosas para sí misma. Apoyó sus codos encima de la encimera y siguió mirando el libro de recetas.
-Ven. Creo que este te va a gustar –me dijo mientras me hacía una señal con la mano para que me pusiera a su lado.
-¿Rosa?
-Es chocolate rosa, ¿qué tiene de malo?
-Me parece cursi.
-Pero tiene pinta de estar delicioso, ¿no crees?
-Sí, eso sí.
-Pues está decidido. Vamos a cocinar este pastel. Espero que salga mejor que el anterior.
-Voy a por los delantales.
-Está bien. Yo sacaré una cazuela para hacer la base.

Joe me había mandado un mensaje al móvil diciéndome que no estropeara este pastel. Nada más terminar de leerlo, borré el mensaje y me até el delantal a la vez que Kira ponía todos los ingredientes necesarios dentro de la cazuela y encendía la vitro-cerámica. Cogió una cuchara de madera y comenzó a darle vueltas sin mucha energía para que el contenido no se saliera de la cazuela.
-¿Puedes acercarme la levadura? –me pidió mientras seguí dando vueltas con la cuchara.
-Aquí tienes.
-Vale, echa el sobre entero.

Lo eché con delicadeza y cuando se hubo echado todo, tiré el sobre de plástico a la basura. Al abrir la tapa de la basura, me dio una arcada. Ayer se me había olvidado sacar la basura y allí seguía el pastel envenenado.
-Voy a sacar la basura que esto huele fatal –anuncié sacando la bolsa del cubo y haciéndole un nudo.
-No tardes –me dijo sonriente.
-No lo haré –respondí mirándola intensamente.

Salí sin el abrigo ya que el contenedor estaba a pocos metros del local. El frío de mi ciudad es bastante intenso por lo que me congelé al instante. Puse la bolsa en el interior del contenedor y me di la vuelta en dirección al local.
-¡Jefferson! –me gritó una voz masculina que hizo que me girara al instante.
-Gabi, ¿pero qué haces aquí? –pregunté mientras le daba un fuerte abrazo a mi hermano.
-Pues voy a buscar a unos amigos que hemos decidido irnos de bares.
-Siempre hacéis lo mismo. No sé cómo no os aburrís.
-Hermano, esto es como el sexo. Puede que siempre sea igual pero siempre tienes ganas de repetir la experiencia.
-Muy buena comparación –dije riéndome.
-¿Y tú qué haces aquí? ¿No me dijiste que tenías mucho trabajo?
-Y en eso estoy.
-¿Te han puesto como funcionario y ahora eres barrendero?
-No, imbécil. Ando cocinando con una mafiosa.
-Sí, claro. “Cocinando”. Si está buena, te la estás tirando.
-Soy un profesional, hermano.
-¿Eso significa que es un orco? –dijo chanceándose de mí.
-Eres imposible –me carcajeé.
-Preséntamela.
-No puedo. Ya sabes que ando con una identidad falsa y no quiero que te hagan nada si esto sale mal.
-Bueno pues si te la tiras, infórmame.
-Qué pesado que eres. ¿No puedes pensar en otra cosa?
-Sí. En salir de fiesta por ejemplo.
-Eso está prácticamente relacionado con el sexo así que eso no vale.
-Bueno te dejo que llego tarde. Pásalo bien con el orco.
-No es un orco, imbécil –le grité mientras se alejaba.
-¿Quién no es un orco? –preguntó una voz femenina a mi espalda. Sabía a quién pertenecía esa voz y como en un auto reflejo, me quedé paralizado, sin poder decir palabra, sin poder moverme.
-Na…Nad…Nadie –tartamudeé nervioso.
-¿Hablabais de mí?
-No –dije rápidamente mientras me daba media vuelta para dirigirme al local.
-¿Quién no es un orco? –volvió a preguntar.
-Nadie.
-¿Qué me ocultas?
-¿Por qué me estás interrogando?
-Está bien. Es tu vida. Bien dejado que estás.
-¿Qué significa eso?
-Que puedes hacer lo que te dé la real gana. Voy a ver qué tal va el pastel.

Me quedé unos cuantos minutos en la calle pensando en la discusión que acababa de tener con Kira. No me gustaba que la gente me preguntase tanto sobre algo que no les afectaba para nada. Ni siquiera se lo permitía a mis padres cuando era adolescente y me preguntaban con quién había estado y qué había hecho. Con el tiempo, se dieron cuenta de que jamás conseguirían sacarme nada, por lo que dejaron de intentarlo.
Al notar que no tenía sensibilidad en los dedos, decidí entrar al local. Sabía que me iba a encontrar con la cara larga de Kira pero me daba igual, tenía que proteger a mi hermano de aquella mujer y sobre todo, no dejaría que me interrogase.
Cuando entré, ella estaba allí, metiendo un molde dentro del horno. No me dirigió la mirada en ningún momento y tampoco dijo una palabra.
Por una parte, me sentía mal por haberla contestado de aquellas malas maneras pero por otro lado, estaba en todo mi derecho de querer mantener todos los asuntos de mi vida en privado. Ella hizo lo mismo cuando nos conocimos, no me comentó qué planes tenía viniendo a Nueva York. No me gustaba la sensación que me causaba estar enfadado y como bien sabía mi hermano, en menos de 24 horas, se me había pasado cualquier cabreo por muy gordo que fuera.
-Perdona. Es que me pongo a la defensiva cuando alguien me interroga, no me gusta –comencé diciendo para que me mirara, pero no lo hizo.
-Te comprendo y perdóname por haberme puesto tan rollo madre pero la próxima vez, ten un poco de tacto, no estás hablando con una mujer cualquiera.
-Me hubiera puesto de la misma manera ya fuera hablando con mis padres o con el mismo presidente. Cuando me pongo a la defensiva, sigo un patrón igual para con todos.
-Pues tal vez ya es hora de que lo cambies, ¿no crees?
-A la gente le gusta mi forma de ser.
-¿Inmaduro?
-Luchador por mis derechos.

Kira puso los ojos en blanco. Ella sabía muy bien que de inmaduro no tenía ni un pelo pero bien sabía que no daría su brazo a torcer, o al menos no delante de mí.

Ya eran las 5 de la tarde y habíamos conseguido un pastel rosa con confeti comestible de colores realmente apetitoso. Kira cortó dos trozos y puso cada porción en un plato de cristal. Yo saqué dos tenedores de un cajón de la encimera y le tendí uno.
-Tiene buena pinta y no da arcadas el olor. Creo que esta vez hemos acertado.
-Las damas primero –dije guiñándole un ojo a lo que ella me sonrió.
-Está delicioso –anunció cuando se hubo tragado el primer trozo de su porción.
-Cierto. Es una auténtica obra de arte –asentí dándole la razón.

Comimos nuestras porciones mientras comentábamos lo que más nos gustaba del pastel y yo me rectificaba por decir que no quería hacer un pastel rosa. Estaba para chuparse los dedos.
-¿Haremos mañana la obra maestra? –pregunté mientras cogía con el tenedor el último trozo de pastel rosa que quedaba en mi plato.
-Mañana tenemos una reunión.
-¿Tenemos?
-Ahora estás metido en esto por si no lo recuerdas. Te presentaré ante todos los que ponen su granito de arena en este grandioso proyecto.
-¿Debería ir comprándome un arma? –pregunté bromeando.
-No, mis guardaespaldas nos protegerán. Ahora que hay digamos… una amistad, te protejo con mis propias armas.
-Gracias.
-¿Esta noche me harás compañía? –preguntó mientras lavaba los dos platos de cristal.
-Ya te dije que sí.
-Era para cerciorarme y para recordártelo –me respondió guiñándome un ojo.
-Veo que tienes muchas ganas de pasar una noche conmigo.
-Tengo curiosidad, presiento que va a ser divertido.
-¿Vas a emborracharme o a drogarme?
-Ya lo había pensado pero no, prefiero que estés en tus cabales –respondió divertida por la conversación que estábamos teniendo.
-Me gustaría recordar mi primera noche con una mujer mafiosa.

Kira se rio ante mi comentario y yo la imité. La verdad era que estaba comenzando a tener ganas de pasar la noche con ella. Así no tendría que bajar al bar. Aunque no me costaba mucho pero era una tontería ponerme elegante para 15 minutos como mucho que iba a permanecer vestido.

Miré mi reloj, pronto sería de noche. Limpiamos todos lo manchado y nos llevamos el pastel restante a la habitación del hotel. Kira me sirvió una copa de vino y me partió otra porción del delicioso pastel.
-Por nosotros –dijo alzando su copa.
-Por nuestro delicioso negocio –añadí yo chocando mi copa con la suya.

Tras dar un trago a su copa de vino, se levantó y puso música. No conocía la canción pero me gustaba el ritmo que tenía. No era para nada acelerado pero tampoco dormía hasta a las ovejas.
-¿Bailamos? –le pregunté levantándome del sillón de cuero negro.
-Por supuesto, cómo voy a rehusar –respondió con una sonrisita traviesa asomándole por la comisura de los labios.

Puse mi mano en su cintura y con la mano que me quedaba libre, cogí la suya con total delicadeza. No sabía muy bien bailar pero era algo así como un paso para adelante, un paso para detrás, a un lado y a otro y se daba una vuelta. No sabía si lo estaba haciendo bien pero ella seguía mis pasos.
En uno de los pasos, la alejé de mí pero sin soltarla de la mano y ella dando otra vuelta. volvió a ponerse enfrente de mí. Por el impulso con el que se había acercado, nuestras frentes estaban completamente en contacto. Puso una mano en mi nuca y sentí como intentaba atraerme hacia sus labios. Le acaricié la mejilla y acerqué mis labios a los suyos. Sus besos estaban siendo dirigidos por la pasión. Comencé a besarla el cuello ya que necesitaba llenar mis pulmones de aire. Le cogí por la cintura y la tumbé encima de la mesa pero no sin antes apartar a un lado las copas de vino y la tarta rosa. Mientras Kira me besaba el cuello, le fui quitando toda la ropa que llevaba puesta y en cuento quedó completamente desnuda, se bajó de la mesa y tiró de mi corbata. Me llevó hacia su habitación. Nada más entrar, me empujó encima de la cama. Kira se puso encima de mí y comenzó a quitarme toda la ropa excepto la corbata. Al parecer, le gustaba tirar de mí mediante la corbata. En cuanto me quedé completamente desnudo, La empujé contra el colchón y fui yo quien se puso ahora encima. Ella tiraba de mi corbata para que me acercara aún más a ella y yo la obedecía ya que tenía ganas de hacerla mía.
Le acaricié sus suaves pechos y les di un par de besos y unas pequeñas mordidas a lo que ella gimió.
En cuanto estaba dispuesto a entrar en acción, pude oír como mi busca vibraba. Kira no sabía que llevaba uno por lo que me las ingenié para que no se diera cuenta. Me quité la corbata y con ella le até las manos al cabecero de la cama. Comencé a mirar por la habitación algo que me sirviera como antifaz. Encima del tocador, había un antifaz que ella usaba para dormir. Lo cogí y le tapé los ojos. Acto seguido, cogí el busca y mi móvil de los bolsillos de mis pantalones.
-¿Qué estás haciendo? –me preguntó curiosa.
-Voy a llamar al servicio de habitaciones para que nos traigan nata y fresas.

Pude oír como soltaba un leve gemido. Atravesé el saló y entré al baño. Miré el busca. El código decía peligro por lo que llamé a mi jefe algo nervioso.
-¿Joe, qué pasa?
-Tienes que salir del hotel ahora mismo.
-¿Por qué?- pregunté alarmado al ver lo atropelladamente que me hablaba mi jefe.
-Unos mafiosos armados y con guardaespaldas están entrando en el hotel. Seguramente tienen algo que ver con Kira Slim por lo que no pueden verte allí.
-Está bien, saldré por la puerta trasera, nadie me verá.

No hay comentarios:

Publicar un comentario