Eran las dos y media de la tarde
y yo estaba en mi despacho nervioso. Esta noche la iba a pasar al lado de una
mujer inteligente con sed de sangre. No me gustaba la idea de que me estuviera
utilizando para ayudarla a despistar a los pocos guardias de la Casa Blanca que
hubiera, pero no me quedaba más remedio si quería detenerla y meterla a ella y
a todos sus socios entre rejas.
Salí de mi despacho y me apoyé
contra la pared. Mi secretaria me miraba preocupada. Me froté la cara con las
manos.
-¿Está bien, señor?
-Sí, Sarah, tranquila. Es solo
que estoy un poco agobiado pero no es nada.
-Si quiere puedo traerle una tila
–me ofreció mientras se levantaba de su sitio de trabajo para ir a recoger unas
hojas que llegaban por el fax.
-De verdad, Sarah, no es
necesario. Gracias.
-Bueno, si quiere algo ya sabe
dónde encontrarme –dijo dándose la vuelta y devolviéndome una sonrisa.
-Gracias, Sarah.
-De nada, señor.
Me di media vuelta y entré a mi
despacho con la intención de coger mi abrigo e irme a recoger a Kira. Cogí las
llaves del coche de la empresa y después de despedirme de Sarah, bajé al garaje
subterráneo. Al arrancar el coche, me sentí más seguro de mí mismo. Tenía la
impresión de que estaba interpretando a un personaje que sinceramente, no iba
para nada conmigo.
Era la segunda vez que iba tan
despacio con una mujer. La primera vez, fue un error que cometí pero no me
arrepiento de haberlo cometido y si me dieran la oportunidad, lo volvería a
cometer porque fue un época llena de locuras.
Mi hermano Gabi nos presentó. Era una mujer increíble pero no pudo ser
nuestra historia.
Mientras pensaba en mi pasado, me
di cuenta de que Kira estaba en la entrada del hotel esperándome.
-Buenos días –la saludé mientras
entraba por la puerta del copiloto.
-Buenos días. ¿Qué tal anoche?
-Normal, como todas. ¿Y la tuya?
-Solitaria. Como no quisiste
hacerme compañía…
-Ya te dije que anoche no podía.
Estaba bastante fatigado y necesitaba unas cuantas horas de descanso.
-No te digo que no pero… ya
sabes, no me gusta estar sola una noche como la de ayer.
-¿Y cómo fue la de ayer?
-Entretenida –dijo mientras se
mordía el labio inferior.
Al llegar al local, bajé del
coche y cerré la puerta detrás de mí. Anduve hasta la puerta del copiloto y la
abrí dejando que Kira saliera. Le ayudé a salir cogiéndole de una mano.
-¿Esta noche me harás compañía?
–me preguntó con un tono bastante provocativo mientras ponía su rostro a pocos
centímetros del mío.
-Solo si tú quieres.
-Ya te he dicho que no me gusta
estar sola –respondió alegre al saber que esta noche no la pasaría sola como la
noche anterior.
Entramos en el local y aún olía
al matarratas que habíamos creado ayer. Cogí un ambientador de unos de los
armarios y rocié un aroma de hierba buena por toda la estancia.
-Mucho mejor –dije para mí mismo
al notar que podía respirar sin la impresión de sentirme mareado.
-He traído un libro de recetas de
pasteles –dijo mientras sacaba un pequeño libro de su bolso de Dolce &
Gabbana.
Comenzó a ojearlo mientras murmuraba
cosas para sí misma. Apoyó sus codos encima de la encimera y siguió mirando el
libro de recetas.
-Ven. Creo que este te va a
gustar –me dijo mientras me hacía una señal con la mano para que me pusiera a
su lado.
-¿Rosa?
-Es chocolate rosa, ¿qué tiene de
malo?
-Me parece cursi.
-Pero tiene pinta de estar
delicioso, ¿no crees?
-Sí, eso sí.
-Pues está decidido. Vamos a
cocinar este pastel. Espero que salga mejor que el anterior.
-Voy a por los delantales.
-Está bien. Yo sacaré una cazuela
para hacer la base.
Joe me había mandado un mensaje
al móvil diciéndome que no estropeara este pastel. Nada más terminar de leerlo,
borré el mensaje y me até el delantal a la vez que Kira ponía todos los
ingredientes necesarios dentro de la cazuela y encendía la vitro-cerámica.
Cogió una cuchara de madera y comenzó a darle vueltas sin mucha energía para
que el contenido no se saliera de la cazuela.
-¿Puedes acercarme la levadura?
–me pidió mientras seguí dando vueltas con la cuchara.
-Aquí tienes.
-Vale, echa el sobre entero.
Lo eché con delicadeza y cuando
se hubo echado todo, tiré el sobre de plástico a la basura. Al abrir la tapa de
la basura, me dio una arcada. Ayer se me había olvidado sacar la basura y allí
seguía el pastel envenenado.
-Voy a sacar la basura que esto
huele fatal –anuncié sacando la bolsa del cubo y haciéndole un nudo.
-No tardes –me dijo sonriente.
-No lo haré –respondí mirándola
intensamente.
Salí sin el abrigo ya que el
contenedor estaba a pocos metros del local. El frío de mi ciudad es bastante
intenso por lo que me congelé al instante. Puse la bolsa en el interior del
contenedor y me di la vuelta en dirección al local.
-¡Jefferson! –me gritó una voz
masculina que hizo que me girara al instante.
-Gabi, ¿pero qué haces aquí?
–pregunté mientras le daba un fuerte abrazo a mi hermano.
-Pues voy a buscar a unos amigos
que hemos decidido irnos de bares.
-Siempre hacéis lo mismo. No sé
cómo no os aburrís.
-Hermano, esto es como el sexo.
Puede que siempre sea igual pero siempre tienes ganas de repetir la
experiencia.
-Muy buena comparación –dije
riéndome.
-¿Y tú qué haces aquí? ¿No me
dijiste que tenías mucho trabajo?
-Y en eso estoy.
-¿Te han puesto como funcionario
y ahora eres barrendero?
-No, imbécil. Ando cocinando con
una mafiosa.
-Sí, claro. “Cocinando”. Si está
buena, te la estás tirando.
-Soy un profesional, hermano.
-¿Eso significa que es un orco?
–dijo chanceándose de mí.
-Eres imposible –me carcajeé.
-Preséntamela.
-No puedo. Ya sabes que ando con
una identidad falsa y no quiero que te hagan nada si esto sale mal.
-Bueno pues si te la tiras,
infórmame.
-Qué pesado que eres. ¿No puedes
pensar en otra cosa?
-Sí. En salir de fiesta por
ejemplo.
-Eso está prácticamente
relacionado con el sexo así que eso no vale.
-Bueno te dejo que llego tarde.
Pásalo bien con el orco.
-No es un orco, imbécil –le grité
mientras se alejaba.
-¿Quién no es un orco? –preguntó
una voz femenina a mi espalda. Sabía a quién pertenecía esa voz y como en un
auto reflejo, me quedé paralizado, sin poder decir palabra, sin poder moverme.
-Na…Nad…Nadie –tartamudeé
nervioso.
-¿Hablabais de mí?
-No –dije rápidamente mientras me
daba media vuelta para dirigirme al local.
-¿Quién no es un orco? –volvió a
preguntar.
-Nadie.
-¿Qué me ocultas?
-¿Por qué me estás interrogando?
-Está bien. Es tu vida. Bien
dejado que estás.
-¿Qué significa eso?
-Que puedes hacer lo que te dé la
real gana. Voy a ver qué tal va el pastel.
Me quedé unos cuantos minutos en
la calle pensando en la discusión que acababa de tener con Kira. No me gustaba
que la gente me preguntase tanto sobre algo que no les afectaba para nada. Ni
siquiera se lo permitía a mis padres cuando era adolescente y me preguntaban
con quién había estado y qué había hecho. Con el tiempo, se dieron cuenta de
que jamás conseguirían sacarme nada, por lo que dejaron de intentarlo.
Al notar que no tenía
sensibilidad en los dedos, decidí entrar al local. Sabía que me iba a encontrar
con la cara larga de Kira pero me daba igual, tenía que proteger a mi hermano
de aquella mujer y sobre todo, no dejaría que me interrogase.
Cuando entré, ella estaba allí,
metiendo un molde dentro del horno. No me dirigió la mirada en ningún momento y
tampoco dijo una palabra.
Por una parte, me sentía mal por
haberla contestado de aquellas malas maneras pero por otro lado, estaba en todo
mi derecho de querer mantener todos los asuntos de mi vida en privado. Ella
hizo lo mismo cuando nos conocimos, no me comentó qué planes tenía viniendo a
Nueva York. No me gustaba la sensación que me causaba estar enfadado y como
bien sabía mi hermano, en menos de 24 horas, se me había pasado cualquier
cabreo por muy gordo que fuera.
-Perdona. Es que me pongo a la
defensiva cuando alguien me interroga, no me gusta –comencé diciendo para que
me mirara, pero no lo hizo.
-Te comprendo y perdóname por
haberme puesto tan rollo madre pero la próxima vez, ten un poco de tacto, no
estás hablando con una mujer cualquiera.
-Me hubiera puesto de la misma
manera ya fuera hablando con mis padres o con el mismo presidente. Cuando me
pongo a la defensiva, sigo un patrón igual para con todos.
-Pues tal vez ya es hora de que
lo cambies, ¿no crees?
-A la gente le gusta mi forma de
ser.
-¿Inmaduro?
-Luchador por mis derechos.
Kira puso los ojos en blanco.
Ella sabía muy bien que de inmaduro no tenía ni un pelo pero bien sabía que no
daría su brazo a torcer, o al menos no delante de mí.
Ya eran las 5 de la tarde y
habíamos conseguido un pastel rosa con confeti comestible de colores realmente
apetitoso. Kira cortó dos trozos y puso cada porción en un plato de cristal. Yo
saqué dos tenedores de un cajón de la encimera y le tendí uno.
-Tiene buena pinta y no da
arcadas el olor. Creo que esta vez hemos acertado.
-Las damas primero –dije
guiñándole un ojo a lo que ella me sonrió.
-Está delicioso –anunció cuando
se hubo tragado el primer trozo de su porción.
-Cierto. Es una auténtica obra de
arte –asentí dándole la razón.
Comimos nuestras porciones
mientras comentábamos lo que más nos gustaba del pastel y yo me rectificaba por
decir que no quería hacer un pastel rosa. Estaba para chuparse los dedos.
-¿Haremos mañana la obra maestra?
–pregunté mientras cogía con el tenedor el último trozo de pastel rosa que
quedaba en mi plato.
-Mañana tenemos una reunión.
-¿Tenemos?
-Ahora estás metido en esto por
si no lo recuerdas. Te presentaré ante todos los que ponen su granito de arena
en este grandioso proyecto.
-¿Debería ir comprándome un arma?
–pregunté bromeando.
-No, mis guardaespaldas nos
protegerán. Ahora que hay digamos… una amistad, te protejo con mis propias
armas.
-Gracias.
-¿Esta noche me harás compañía?
–preguntó mientras lavaba los dos platos de cristal.
-Ya te dije que sí.
-Era para cerciorarme y para
recordártelo –me respondió guiñándome un ojo.
-Veo que tienes muchas ganas de
pasar una noche conmigo.
-Tengo curiosidad, presiento que
va a ser divertido.
-¿Vas a emborracharme o a
drogarme?
-Ya lo había pensado pero no,
prefiero que estés en tus cabales –respondió divertida por la conversación que
estábamos teniendo.
-Me gustaría recordar mi primera
noche con una mujer mafiosa.
Kira se rio ante mi comentario y
yo la imité. La verdad era que estaba comenzando a tener ganas de pasar la
noche con ella. Así no tendría que bajar al bar. Aunque no me costaba mucho
pero era una tontería ponerme elegante para 15 minutos como mucho que iba a
permanecer vestido.
Miré mi reloj, pronto sería de
noche. Limpiamos todos lo manchado y nos llevamos el pastel restante a la
habitación del hotel. Kira me sirvió una copa de vino y me partió otra porción
del delicioso pastel.
-Por nosotros –dijo alzando su
copa.
-Por nuestro delicioso negocio
–añadí yo chocando mi copa con la suya.
Tras dar un trago a su copa de
vino, se levantó y puso música. No conocía la canción pero me gustaba el ritmo
que tenía. No era para nada acelerado pero tampoco dormía hasta a las ovejas.
-¿Bailamos? –le pregunté
levantándome del sillón de cuero negro.
-Por supuesto, cómo voy a rehusar
–respondió con una sonrisita traviesa asomándole por la comisura de los labios.
Puse mi mano en su cintura y con
la mano que me quedaba libre, cogí la suya con total delicadeza. No sabía muy
bien bailar pero era algo así como un paso para adelante, un paso para detrás,
a un lado y a otro y se daba una vuelta. No sabía si lo estaba haciendo bien
pero ella seguía mis pasos.
En uno de los pasos, la alejé de
mí pero sin soltarla de la mano y ella dando otra vuelta. volvió a ponerse
enfrente de mí. Por el impulso con el que se había acercado, nuestras frentes
estaban completamente en contacto. Puso una mano en mi nuca y sentí como
intentaba atraerme hacia sus labios. Le acaricié la mejilla y acerqué mis
labios a los suyos. Sus besos estaban siendo dirigidos por la pasión. Comencé a
besarla el cuello ya que necesitaba llenar mis pulmones de aire. Le cogí por la
cintura y la tumbé encima de la mesa pero no sin antes apartar a un lado las
copas de vino y la tarta rosa. Mientras Kira me besaba el cuello, le fui
quitando toda la ropa que llevaba puesta y en cuento quedó completamente
desnuda, se bajó de la mesa y tiró de mi corbata. Me llevó hacia su habitación.
Nada más entrar, me empujó encima de la cama. Kira se puso encima de mí y
comenzó a quitarme toda la ropa excepto la corbata. Al parecer, le gustaba
tirar de mí mediante la corbata. En cuanto me quedé completamente desnudo, La
empujé contra el colchón y fui yo quien se puso ahora encima. Ella tiraba de mi
corbata para que me acercara aún más a ella y yo la obedecía ya que tenía ganas
de hacerla mía.
Le acaricié sus suaves pechos y
les di un par de besos y unas pequeñas mordidas a lo que ella gimió.
En cuanto estaba dispuesto a
entrar en acción, pude oír como mi busca vibraba. Kira no sabía que llevaba uno
por lo que me las ingenié para que no se diera cuenta. Me quité la corbata y
con ella le até las manos al cabecero de la cama. Comencé a mirar por la
habitación algo que me sirviera como antifaz. Encima del tocador, había un
antifaz que ella usaba para dormir. Lo cogí y le tapé los ojos. Acto seguido,
cogí el busca y mi móvil de los bolsillos de mis pantalones.
-¿Qué estás haciendo? –me
preguntó curiosa.
-Voy a llamar al servicio de
habitaciones para que nos traigan nata y fresas.
Pude oír como soltaba un leve
gemido. Atravesé el saló y entré al baño. Miré el busca. El código decía
peligro por lo que llamé a mi jefe algo nervioso.
-¿Joe, qué pasa?
-Tienes que salir del hotel ahora
mismo.
-¿Por qué?- pregunté alarmado al
ver lo atropelladamente que me hablaba mi jefe.
-Unos mafiosos armados y con
guardaespaldas están entrando en el hotel. Seguramente tienen algo que ver con
Kira Slim por lo que no pueden verte allí.
-Está bien, saldré por la puerta
trasera, nadie me verá.
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