lunes, 23 de diciembre de 2013

El Cliente -> Capítulo 7



-Jaque mate –dijo moviendo el alfil y posicionándolo en diagonal a mi rey.

-Quiero la revancha –dije molesto tras ver como derribaba a mi rey.

-Te he ganado quince veces. ¿No crees que deberías rendirte? –comentó divertida mientras recogía todas las piezas del ajedrez.

-Señorita Slim, yo nunca me rindo.

-Es usted un hombre muy valiente, señor Giudici.

-Y muy exigente –añadí.

-¿También es exigente con las mujeres? –preguntó mirándome de reojo mientras cerraba la caja en la que había guardado todas las figuritas del ajedrez.

-No soy exigente porque no busco a una mujer que me ame sino que me dé calor por las noches.

-¿No quiere tener nada serio con nadie? –preguntó curiosa.

-Ya caí una vez en las redes del amor y no pienso cometer el mismo error dos veces.

-El amor no es un error.

-El amor es debilidad –dije tajantemente.

-¿Qué le pasó para que piense eso, señor Giudici?



No sabía qué decirle así que le conté la verdad. Una historia que creía tener enterrada y olvidada pero que cuando más feliz era, reaparecía para hundirme en la miseria. Recordar es historia hace que se vuelvan a abrir las cicatrices que creía cerradas, que vuelvan a sangrar creando un dolor incesante. Duele menos bañarse en agua hirviendo.



-Hace cinco años, conocí a una mujer. Era la mujer más guapa y lista que jamás había visto. Tenía una sonrisa que hacía que se te olvidaran todos tus problemas y te quedases allí, frente a ella, embobado escuchando cómo se queja de si jefa. Su risa era contagiosa y su mirada, hipnotizadora. Parecía un ángel. Pero como todo el mundo sabe, lo bueno no dura eternamente. Comenzamos a salir. Ella decía estar enamorada de mí y yo estaba loco por ella. Mis amigos se reían de mí porque decía que haría hasta lo imposible por ella. Ella odiaba a mis amigos del bar porque eran unos cerdos endogámicos. Por lo que dejé de quedar tanto con ellos y pasar más tiempo con la que quería que fuera mi esposa. Éramos felices, casi no discutíamos y teníamos tantas cosas en común que parecíamos una misma persona. Tras un año de relación, le pedí que se casara conmigo. Aceptó y recuerdo que ese fue el día más feliz de mi vida. El anillo encajaba a la perfección en su dedo.

-¿Qué hay de malo en todo eso? –preguntó curiosa.

-Esa es la parte buena, ahora viene la mala. Una noche, volví a casa muy tarde porque mis amigos me habían organizado mi despedida de soltero aunque no les gustaba la idea de que me casara con ella. Cuando llegué a casa, sobre las tres o cuatro de la madrugada, oí ruidos en mi cuarto. Mi entonces prometida, se había mudado hacía unos meses y sabía que a veces le costaba dormir por lo que no me preocupé. Pensé que seguramente estaba haciendo algo mientras conseguía reconciliar el sueño. Cuando entré a mi cuarto me quedé parado y ellos también.

-¿Ellos?

-Un gilipollas se la estaba follando y ella parecía estar a gusto entre sus brazos. Tras darle una paliza al gilipollas que estaba en mi cama, le pedí explicaciones a ella. Necesitaba saber por qué lo había hecho. Ella me quería y no tenía pega alguna en la cama. No lo entendía. Tras horas de discusión a grito pelado y de escuchar las quejas de los vecinos, me soltó que el hombre era su novio y que lo habían planeado todo. Ella sabía que yo estaba bien económicamente. Solo me quería por el dinero. Nada más escucharlo, la eché de mi casa aun cuando ella no se había podido ni vestir y tiré todas sus cosas por la ventana. Me mintió y me fue infiel. Tras aquello pasé una larga temporada solo, en casa metido y me juré a mí mismo que jamás volvería a enamorarme de ninguna mujer.

-Pero te casaste.

-Me casé con mi difunta esposa porque más que como mujer, la quería como a una amiga. Me ayudó a superarlo. No quería pasar el resto de mi vida solo por lo que le pedí que se casara conmigo. Y justo cuando todo iba como la seda, me la arrebataron dejándome de nuevo hundido en la mismísima miseria.

-¡Vaya! Lo siento mucho –dijo acariciándome la mano con suavidad.

-No pasa nada, fue hace mucho tiempo –dije intentando dar por terminado el tema.



Unas horas más tarde, los guardaespaldas de Kira nos trajeron la comida. Estaba deliciosa y ni ella ni yo dejamos restos en el plato. Las horas pasaban y al estar en esa suite encerrado, no había mucho que hacer. Decidimos ver una película que ella eligió, The Italian Job. Era una película bastante emocionante. Un grupo de jóvenes robando lingotes de oro al que les traicionó. Era increíble la forma con la que conseguían acercar el tesoro hacia ellos. Estaba seguro de que esa película le había dado alguna que otra idea a Kira para robar de forma ingeniosa. Cuando terminó “The Italian Job”, apagué la televisión. Kira estaba acurrucada a mi lado.

-¿Qué te ha parecido? –me preguntó levantando la mirada para mirarme a los ojos.

-Increíble. ¿Esta película te ha inspirado para dar algún golpe?

-Una vez intenté robar con Minis porque como ya has visto, son bastante rápidos pero lo que quería robar, no entraba en esos mini maleteros –dijo antes de reírse.

-Una pena –dije riéndome.

-¿Cómo son las mujeres con las que pasas las noches? –me preguntó de repente.

-¿Por qué quieres saberlo?

-Tengo curiosidad. Eres un libro con candado, no sé lo que esconden tus páginas.

-Son desconocidas atractivas que quieren lo mismo que yo, una noche de pasión.

-Seguro que no tienen queja alguna.

-La verdad es que no lo sé porque nunca me acuesto dos veces con la misma mujer. A no ser que se quede a desayunar y tenga tiempo antes de marcharse.

-¿Siempre te las llevas a tu casa?

-Sí. Me siento mucho más cómodo. Además, no pienses que las uso y las echo. Nada de eso. Cuando despiertan, las invito a desayunar y es en ese momento en el que me cuentan algo de ellas mismas, me recuerdan como se llaman… Y después, un apretón de manos y cada uno a lo suyo.

-¿Nunca has vuelto a considerar la idea de enamorarte?

-Sí pero luego recordé que el que más ama es el que más pierde y no quiero volver a deprimirme, a sufrir, a tener discusiones por los celos… Prefiero seguir con las chicas de una noche, la verdad.

-No se puede evitar sentir algo especial por una persona.

-Intento reprimir ese sentimiento. La vida no es como la pintan los cuentos infantiles en los que los buenos ganan y lo malos pierden. En este mundo, son los malos los que salen victoriosos. No va a aparecer debajo de tu balcón tu príncipe azul a rescatarte. Antes que andar hasta tu casa, verá a otra y se irá con ella. Así somos los tíos y algunas mujeres también. La vida ni es rosa ni es negra porque ni esto es el mismísimo cielo ni el puñetero infierno. Esto es la vida real y nos toca sentir el amor y el dolor. Todo lo que ames es todo lo que vas a sufrir.

-Eso no tiene porqué ser así.

-La vida me ha enseñado a ser fuerte y a no confiar en nadie y, la verdad, no sé cómo tú, habiendo vivido una vida llena de violencia, muertes y sufrimiento, puedes seguir creyendo que vas a encontrar a tu príncipe azul.

-La esperanza es lo último que se pierde.

-Y la confianza es lo último que se gana.

-Yo confío en ti.

-¿Qué quieres decirme con eso?

-Luigi, aunque tu corazón no pueda amar, yo lo hago por él.

-¿Estás enamorada de mí?

-Desde el primer día que te vi.

-¿Por qué?

-Porque eres fiel, inteligente, leal, valiente, caballeroso… Eres todo lo que amo. Sé que las palabras se las lleva el viento pero por ti me las tatuaría o me  las grabaría a fuego en mi piel.

-Somos muy diferentes.

-Somos iguales, Luigi. Los dos queremos que alguien nos quiera de verdad, por cómo somos no por lo que tenemos. Queremos vivir historias como las que salen en los cuentos infantiles. Queremos poder apoyarnos en el otro sin miedo a que se aparté y nos caigamos. Queremos…

-Estar juntos. Lo sé –dije completando su frase mientras me acercaba a ella.



Por una parte, estaba orgulloso de mí mismo porque había conseguido que se enamorara de mí, como Joe quería. Pero por otra parte, estaba con el estómago revuelto porque hacía mucho tiempo que nadie me quería para algo más que para una noche descontrolada. Me agradaba que sintiera amor por mí pero… ¿Qué  sentía yo? ¿Compartíamos el mismo sentimiento? ¿Era ella la persona correcta? ¿Quería tener algo serio con Kira?

No sabía qué responder a todas esas preguntas. Cuando salí de mis pensamientos, los labios de Kira besaban los míos. Se había puesto encima de mí y rodeaba mi cuello con sus brazos. Su lengua se movía dentro de mi boca con rapidez y podía saborear su aliento de olor a menta. Puse mis manos en sus caderas y la atraje hacia mi cuerpo. No sabía si la amaba pero lo que tenía muy claro era que la deseaba.



El tono de llamada de mi móvil hizo que me despertara. Me froté los ojos y tanteé con la mano hasta conseguir dar con el aparato que me había despertado. Sin mirar la pantalla, descolgué y me lo puse al oído.

-¿Jefferson, estás bien? –me preguntó Joe. Parecía alarmado. ¿Acaso había pasado algo y yo no me había enterado?

-Estoy perfectamente, señor –respondí con voz ronca.

-Anoche no devolviste el coche a la empresa.



Entonces, me acordé de todo. Me giré y vi a Kira dormida a mi lado. Estaba desnuda bajo las sábanas blancas de la cama. Suspiré y me aclaré la garganta.

-Conseguí lo que usted me pidió y pasé la noche con ella.

-Perfecto. ¿Sospecha algo de ti?

-No, señor. Todo va como planeamos.

-Vale, ¿cuándo saldrás de allí?

-No lo sé –susurré levantándome con cuidado de la cama para no despertar a Kira –porque ha surgido un pequeño inconveniente.

-¿No habías dicho que todo iba como miel sobre hojuelas?

-Sí porque pronto voy a saber quiénes son los hombres que se hospedan en este mismo hotel –dije metiéndome en el baño y cerrando la puerta.

-¿Kira Slim los conoce?

-No les ha visto pero de lo que sí está segura es de que fueron ellos quienes la drogaron y por eso se quedó dormida sin más. Querían matarla.

-¿Y por qué no lo hicieron?

-Porque no esperaban que tuviera compañía.

-¿Te vieron?

-No, sino, me habrían matado –dije como si nada.

-¿Ella te ha dicho algo más sobre ellos?

-Todavía no sabe quiénes son pero cuando lo sepa, me lo comunicará. Me ha pedido que me quede con ella hasta que todo esto se aclare. No va a salir de su suite y los guardaespaldas flanquean su puerta. No la dejan ni sol ni a sombra.

-Está bien. En cuanto te enteres de algo, comunícamelo.

-Así lo haré, señor.



Salí del baño y allí seguía mi diosa mafiosa. Tirada sobre la cama con las sábanas enredadas sobre su cuerpo de porcelana. Su respiración era calmada. Me tumbé de nuevo encima de la cama y me acerqué a ella. Su pelo olía a coco y vainilla. Mis dedos comenzaron a acariciar su cuello pero permanecían durante más tiempo cuando pasaban sobre sus lunares. Hay gente que dice que los lunares son de lo peor que te puede salir en el cuerpo, pero para mí, esos lunares marcaban la perfección. Había un par que me encantaba recorrerlos porque estaban tan bien situados que parecían las marcas de una mordedura de vampiro.

Cuando acaricié su clavícula desnuda, gimió y esbozó una enorme sonrisa. Le devolví la sonrisa y le di un dulce beso en los labios.

-Buenos días, dormilona –le susurré entre beso y beso que le iba dando por el cuello.

-Cumpliste tu promesa.

-Ya te dije que me quedaría –le respondí mientras le seguía besando el cuello.

-Luigi, lo que ayer me confesaste era verdad o lo dijiste por la adrenalina que te había causado la película.

-¿Alguna vez te he mentido yo? –pregunté rozando con mis labios su hombro.

-Que yo sepa no –dijo mirándome mientras se giraba para ponerse sobre mi pecho.

-Jamás te mentiría –dije quitándola con dulzura de encima de mi pecho para ponerme yo encima suyo.

-¿Me lo prometes?

-Te lo juro por mi vida –respondí para a continuación besarla con pasión.



La mañana había transcurrido con rapidez. Habíamos desayunado en la cama y habíamos hecho el amor más de tres veces. Sí, el amor. Quisiera o no, mi corazón poco a poco la iba perteneciendo. Aunque la conocía de apenas unas semanas, sabía que ella estaba hecha para mí. Sabía todo lo que me gustaba y aprovechaba cualquier oportunidad para hacer algo que me volviera literalmente loco. Era una diosa en la cama al igual que una mujer increíble que me entendía a la perfección. Sabía que esta era la parte bonita de la historia y que pronto llegarían aquellas escenas de terror y violencia en las que te tapas los ojos porque no quiere ver lo que ocurre.



-¿Durante cuánto tiempo vas a quedarte aquí? –pregunté curioso mientras pinchaba un ravioli.

-¿Tantas ganas tienes de perderme de vista?



Reí ante su comentario y bebí un poco de vino.

-Me refiero a que cuándo vas a dar el gran golpe porque con el suceso de que te drogaron, se habrán complicado los planes, supongo.

-Me han drogado como tú muy bien has dicho pero eso no es excusa para que tenga que poner patas arriba mi plan. Ante todo soy una profesional, sé escabullirme de un sitio cuando me lo propongo.

-¿No tienes miedo?

-¿Miedo? Mi padre me enseñó desde que nací a no sentir miedo, a no sentir dolor, a no sentir… nada. Los sentimientos te producen debilidad.

-¡Qué ironía! Ayer eras tú la que me dabas un discurso sobre el amor.

-El amor es debilidad como tú muy bien dijiste pero a veces, esa debilidad se convierte en fuerza, en ganas por luchar.

-Entonces has desobedecido a tu padre.

-En parte sí. Pero lo que sí te puedo decir con certeza es que jamás he sentido miedo. Siempre he afrontado todo lo que me venía con la cabeza bien alta, sin derramar ni una sola lágrima. Nunca puedes dejar que tus enemigos vean tu punto débil por eso yo no tenía.

-¿Tenía? ¿Por qué usas el pasado?

-Porque ahora mi debilidad eres tú y aunque por una parte me alegro, por otra me torturo porque como descubran mi punto débil, me pueden manejar a su antojo.

-Eres una mujer de carácter, no te dejarás manejar.

-¿No lo entiendes, verdad? Luigi, jamás has peleado, no tienes prácticas con las armas… seré yo la que te proteja y no al revés. Y si te hacen algo, haré lo posible porque te dejen en paz y eso tiene sus consecuencias.

-Que tengas que hacer lo que te manden.

-Exacto. Es por eso que fuera de esta habitación, no pueden saber nada de lo que hay entre nosotros. Ya te conté lo que le pasó a mi padre. Su punto débil era mi madre y por eso nos la arrebataron.

-No me pasará nada, ¿entendido? –le dije mientras que con los dedos alzaba su barbilla para que me mirara a los ojos.

-Luigi, esto no es un juego. Si tienen que matar a alguien, lo hacen sin pensárselo dos veces.

-¿Cómo tú muchas veces has hecho?

-Por orden de mi padre, sí. Es de las cosas más desagradables que he hecho. Cada vez que hacía eso, me llamaba a mí misma monstruo. Pero mi padre para intentar animarme, me decía que había salvado a más personas de las que había matado porque todas las personas a las que mataba eran asesinos, mafiosos, políticos corruptos que les importaba muy poco el estado de su pueblo que vivía en la miseria mientras que ellos vivían en mansiones con seis coches y más de cuarenta personas trabajando para ellos. Se podría decir que soy una heroína pero yo jamás me veré como tal. He mentido, he matado, he robado… Voy a ir al infierno.

-Al parecer no me voy a librar de ti ni después de muerto, ¿eh? –dije soltando una pequeña risita.

-Muy gracioso –dijo frunciendo los labios.

-Perdona –dije acercándome a ella para darle un suave beso en el hombro.

-¿Crees que soy un monstruo? –me preguntó con la mirada perdida.

-Para nada. Eres una mujer increíble y solo has hecho lo que te mandaban, no te tortures con eso. ¿Sabes, jamás hubiera imaginado que tuvieras esta faceta?

-¿Qué faceta?

-La preocupada por todos y por todo. Serías una buena madre.

-¿Madre?

-Sí. Mi madre estaba siempre preocupada y me has recordado a ella –dije haciendo una mueca.

-En mi mundo hay que pensar muy seriamente lo de tener descendencia. Tienes que estar dispuesto a darlo todo por la criatura desde que la engendras hasta que le dejas al cargo de todo tu imperio en tu lecho de muerte. Tienes que asegurarte que en sus primeros años esté muy bien vigilado para que no puedan hacerle daño. Lo más doloroso del mundo es que una madre tenga que enterrar a su hijo. Es por eso por lo que las mujeres intentamos quedarnos embarazadas cuando las aguas estás calmadas.

-¿Cuántos hijos te gustaría tener?

-Tres. Dos chicos y una chica. Para que la chica cuando los padres faltásemos, estuviese bien protegida.

-Lo tienes todo muy bien pensado.

-No me gustaría que mi hija estuviera en mi misma situación.

-¿Con un hombre increíble a su lado? –pregunté bromeando.

-¡Qué tonto eres! Me refiero a no tener que cuidarte de ti mismo de tener a alguien que vele por ti. Yo tengo a mis guardaespaldas pero siempre estás más tranquila si los que te protegen son de tu propia familia. No tener que planearlo todo tú solo y poder hablar con ellos de tus problemas. Yo me tengo que tragar todos mis problemas y cuando apareciste tú, supe que podía confiar en ti y que por fin tenía alguien con quien compartir mis penas y mis alegrías.

-¡Vaya! No sabía que era tan importante para ti.



Kira sonrió tímidamente ante mi comentario y me acarició la mejilla con dulzura. Le brillaban los ojos, era feliz.

-Me ha tocado la lotería contigo –dijo casi como en un susurro.



La abracé con fuerza atrayéndola hacia mi pecho mientras mis manos acariciaban su sedoso pelo. Kira rodeó mi espalda con sus brazos y alzó la mirada.

-¿Me quieres?

-Como nunca he querido a nadie.

-¿Cómo es eso?

-Hasta el infinito y más allá –le declaré bajando mi rostro para estar a pocos centímetros del suyo.



Al llegar la tarde, nos pusimos a ver la tele. Estábamos algo aburridos al no poder salir de entre aquellas cuatro paredes pero era por nuestra seguridad. Necesitaba conseguir un arma y un chaleco anti balas antes de tener que presenciar un tiroteo.

Llamaron a la puerta dos veces y una voz masculina habló.

-Señora, perdone que les interrumpa pero es importante lo que vengo a contarles.

-Está bien, pasa –dijo haciendo que acto seguido se abriera la puerta de la suite.

-Ya sabemos quiénes son esos hombres, señora. También le he traído unas cuantas fotos –dijo sacando de debajo de su gabardina un sobre blanco y dejándolo encima de la mesa de cristal.



Kira abrió el sobre y observó con detenimiento cada una de las fotos. Iba pasando una a una y cada vez su rostro se parecía más al cuadro de “El Grito”. Los conocía y por su reacción, no esperaba que fueran ellos.

-¿Pasa algo? –pregunté alarmado.

-Puedes retirarte, gracias –dijo mirando al hombre que le había dado el sobre.



Tras oír cómo se cerraba lentamente la puerta de la suite, Kira observaba todas y cada una de las fotos en silencio.

-¿Quiénes son?

-Asesinos. Fueron socios de mi familia antes de que adquirieran tal trabajo. Solían jugar con mi padre a las cartas y se invitaban a los puros.

-¿Qué quieren? ¿A qué han venido?

-Si han decido viajar hasta aquí, significa que ya han estado con mi padre –se tapó la boca de repente –oh, no. Tengo que llamarle –dijo histérica.

-¡Tranquilízate! Dime qué pasa.

-Si han venido hasta aquí es porque ya se han quitado de en medio a mi padre y ahora vienen a por mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario