domingo, 12 de octubre de 2014

Capítulo 7 -> Una decisión que tomar

Dejamos a Lucy en su colegio y nosotros nos fuimos al instituto. Aparqué sin ningún problema en el parking del instituto y nos bajamos los tres de mi coche. Robert se mantenía a una pequeña distancia de Teresa y ésta lo notó y le cogió de la mano. Antes de que él pudiera soltarse, ella le dijo al oído que yo ya lo sabía. Él miró hacia mi dirección y apretó contra su costado a Teresa.
-¡Bueno, bueno! ¡Nuestro Robert se ha echado novia! -gritaban sus amigos revoloteando alrededor de éstos.
Robert ignoró su presencia y siguió andando en dirección a la entrada del instituto con Teresa atada a su costado.
-¡Hola, Alice! -me gritó una voz masculina. Me di la vuelta y pude observar que era Johnny. Alzó su mano para saludarme y vino corriendo a mi lado.
-Hola, Johnny -respondí con voz ronca.
-¿Leíste mi mensaje?
-Sí, lo leí anoche. Y por supuesto que te voy a enseñar la ciudad eso sí, los días que no haya que estudiar, claro.
-Por supuesto, yo también quiero sacar buenas notas. Ahora tenemos historia, ¿no?
-Sí. Por cierto, ¿qué tal te estás mezclando con la gente de aquí? -pregunté mientras íbamos por el pasillo principal que estaba abarrotado de estudiantes y profesores.
-He conocido a algunos compañeros de clase pero digamos que me va a costar mezclarme.
-No te preocupes en un par de semanas será como si siempre hubieras estado aquí.
-Gracias -sonrió y me dejó entrar por la puerta de clase antes que él.
Nos sentamos en los mismos pupitres en los que nos habíamos sentado ayer. Entró el profesor Thomson y empezó a hablar sobre la 2º guerra mundial.
Estuvimos toda la hora cogiendo apuntes. Mis manos sudaban de tanto escribir y no paraban de venírseme a la cara mechones de pelo. De vez en cuando, Johnny desviaba su mirada en mi dirección y al segundo, la volvía a desviar hacia sus apuntes para seguir escribiendo. Me ponía nerviosa que me mirara cada dos minutos.
En cuanto sonó el timbre, salimos todos de clase. Me encontré con mi hermano por el pasillo y me sacó la lengua y yo le devolví el gesto. Dejé el cuaderno de historia en la taquilla y cogí los libros y la calculadora para la clase de matemáticas. Ariadna me estaba esperando en su taquilla. Nos saludamos y fuimos a la clase de la señora Henson.
La señora Henson tenía al menos 50 años, pelo negro con canas, arrugas en su cara redonda y siempre llevaba un pañuelo atado al cuello.
Estaba sentada en su silla de cuero con sus gafas en una mano y con la otra leía un papel. Alzó la mirada al notar nuestra presencia en clase.
-Buenos días señora Henson  -dijimos al unísono Ariadna y yo.

Ella nos miró durante un segundo y volvió a bajar la vista hacia su papel. Era una profesora bastante exigente y nos montaba un escándalo si cometíamos el más mínimo error en un cálculo.
Nos sentamos en unos pupitres que estaban libres y pusimos las cosas encima de la mesa. Me hice una coleta con la goma que llevaba siempre en la muñeca y nos pusimos a hablar hasta que la clase comenzó.
Hicimos varios ejercicios de ecuaciones. Algunos más fáciles que otros. No me gustaban las matemáticas ni se me daban del todo bien. Cuando no entendía algo, Ariadna me lo explicaba.
La clase se me hizo eterna. Sonó el timbre y todos salimos disparados hacia el pasillo para ir a coger nuestro almuerzo de las taquillas del pasillo principal.

El pasillo estaba abarrotado de gente. Había que deslizarse entre las personas y los empujones hacían que no pudieras ir por un camino recto, se iba haciendo eses.
Después de recibir más de 20 empujones, llegué a mi taquilla. Cogí mi almuerzo y dejé los libros. Salí de ese alboroto y me encontré en la calle con Robert y Teresa. Estaban sentados en un banco de al lado de los aparcamientos del instituto. Robert abrazaba con fuerza a Teresa y ésta no paraba de temblar por el frío que hacía.

Ariadna se puso a mi lado mientras me dirigía al banco y ella me acompañó y estuvo con nosotros todo el recreo. Los amigos de mi hermano, estaban a más de cien metros de nosotros pero no paraban de mirar a Robert y a Teresa, cuchicheaban algo, se reían y volvían a mirarles. Robert les ignoraba al igual que todos nosotros. 

Sonó el timbre y todos entramos de nuevo al instituto. Esta vez se agradecía entrar, dentro había calefacción y en la calle estábamos a bajo cero. Nos dirigimos cada uno a su taquilla. Robert cogió sus libros y se apoyó en la taquilla contigua a la de Teresa. Ésta en cuanto cerró su taquilla, abrazó con fuerza a Robert y éste se inclinó hacia ella para besarla. Los dos tenían las narices rojísimas y la mía también lo estaría.
Yo cogí mis cosas y tiré del brazo de Teresa para que respiraran ya un poco. Teresa le lanzó un beso con la mano que la quedaba libre. Mi hermano me sacó la lengua y yo fruncí los labios. Entramos en la clase de tecnología y nos sentamos en los primeros pupitres que vi libres.

La mañana pasó y ya era la hora de salir. En cuanto salimos de nuestra última clase, Robert vino por detrás de nosotros y me hizo cosquillas y después cogió por la cintura a su novia. Ella le rodeó con un brazo y yo me separé un poco de ellos.
Justo cuando iba a salir por la puerta del instituto, me encontré con Johnny. Empezó a contarme un chiste que le había contado un chico con el que había congeniado. Nos dirigimos hacia mi coche.
-¿Quieres que te acerque a tu casa? -le pregunté mientras señalaba mi coche con la cabeza-  Nos sobra una plaza –continué.
-Con el frío que hace no me importaría que me llevaras -dijo mientras se frotaba las manos.
-Bueno pues entonces, súbete  -le dije sonriente mientras yo abría mi puerta.
-Hombre Johnny, ¿te vienes con nosotros? -le preguntó mi hermano.
-Sí, tu hermana me ha invitado  -dijo con voz ronca.
-Y seguro que desinteresadamente, ¿eh hermanita? –dijo con voz burlona mientras Johnny se ponía rojo como un tomate-  ¿Te importaría ponerte tú delante?
-Claro que no -dijo Johnny mientras iba hacia la puerta del copiloto.

Robert y Teresa se pusieron en la parte de atrás. Nos pusimos los cinturones y arranqué. Robert era muy mimoso y aunque no dirigí la mirada hacia su posición, sabía que estaría abrazando a Teresa.
Recogimos a Lucy y dejamos a Johnny en su casa.
En cuanto llegamos a casa, dejé las cosas encima de mi cama y me tumbé sobre ésta. Lucy estaba jugando con mi madre, mi padre estaba haciendo la comida y subía el delicioso olor a la planta de arriba, y los tortolitos, estaban en el sofá del salón, acurrucados y con las mochilas al lado de sus pies.
Mi padre empezó a poner los platos encima de la mesa y yo al oír el sonido del cristal chocando contra la madera de la mesa, bajé por las escaleras y le ayudé.
No podía soportar el sonido de los besos que se daban mi hermano y Teresa. No me gustaba que estuvieran juntos, porque eran mi hermano y mi mejor amiga y si lo de ellos salía mal, Teresa y yo es posible que dejásemos de ser buenas amigas. Aunque por otra parte, Robert conseguía entretener a Teresa de tal manera que ella no mostraba signos de tristeza recordando a sus padres.
Mi padre puso una cazuela en medio de la mesa y yo grité que la comida estaba lista. Todos aparecieron en el comedor a los pocos segundos y empezamos a comer.

-¿Es majo el nuevo vecino? –preguntó mi madre comenzando un tema de conversación.
-Sí mamá. De hecho, hoy tu hija pequeña y menos perfecta y guapa que yo, le ha invitado a venirse con nosotros en coche –dijo mi hermano mientras me miraba y cogía un cazo para echarse un poco del contenido de la cazuela en su plato.
-Me parece bien que seas tan amable con él Alice.

Asentí con la cabeza mientras daba de comer a Lucy. En cuanto terminé, cogí a Sáhara y le puse una correa de cuero marrón atada al cuello. Me puse el abrigo y salí a la calle a dar un paseo. Al hacer mucho frío y Sáhara al ser tan joven, a la media hora volví a casa.
Sáhara corrió hacia los cuencos de comida y agua y yo me quité el abrigo y dejé la correa en la mesa del comedor ya recogida.
No había nadie en la planta baja de la casa así que subí a la segunda. Entré en mi cuarto y me tumbé. Oí susurros en la habitación de mi hermano. Pensaba que serían Robert y Teresa pero había más de 2 personas ahí dentro. Fui y vi a Teresa en la cama de Robert sentada con el teléfono en la mano y mis padres y Robert rodeándola. Lucy estaba sentada en el suelo jugando con una muñeca mía de cuando era pequeña.

-¿Qué pasa? – pregunté mientras me adentraba en el cuarto.
-Ha llamado la policía –dijo Robert mientras daba palmaditas en la espalda de Teresa.
-¿Y qué ha dicho?
-Que están haciendo todo lo posible por encontrar a los padres de Teresa pero que sienten que cada paso que dan para delante, dan dos para atrás. Hay más casos de desapariciones de este tipo y la policía no consigue ninguna pista de dónde pueden estar.
-Entonces tendremos que salir a la calle y buscarlos nosotros mismos -inquirí nerviosa.
-Alice, deja de decir chorradas. La policía sabe hacer su trabajo –me replicó mi hermano.
-Perfecto. ¿Así que os vais a quedar en casa de brazos cruzados?
-Alice.
-¿Qué? – pregunté enfadada.
-Que te calles, joder. ¿No ves lo mal que lo está pasando Teresa para que tú te pongas a decir que seamos detectives? Son chorradas así que haznos a todos un favor y cállate.

Me dolía muchísimo que mi hermano me hablara así. No me parecía una chorrada salir a buscar a los padres de mi mejor amiga. Si la policía no hacía bien su trabajo, alguien tendría que hacerlo, ¿no?
Me fui de la habitación y me encerré en mi cuarto. No quería hablar con nadie. Cogí el libro de literatura y me leí un capítulo. Pero oía como hablaban en el cuarto de mi hermano así que me puse los cascos y puse la música a todo volumen. Cogí el portátil y me conecté al chat. Necesitaba desconectar un poco de mi familia.
Johnny estaba conectado así que le hablé. Le conté lo que me había dicho mi hermano aunque mintiendo sobre el tema de su enfado. El muchacho me decía que yo era lista y que jamás decía chorradas. Me animó un poco aunque en esos momentos lo único que necesitaba era un abrazo de esos que te dejan sin respiración.

Un par de horas después, Johnny me dio las buenas noches y los dos nos fuimos a dormir.

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