Mi padre llegó a los diez
minutos de que todos nos sentáramos a cenar. Se quitó el abrigo, lo colgó en un
hueco del perchero de la entrada, le tocó en el hombro a mi madre con la mano y
le dio un beso en la frente. Mi madre sonrió tímidamente y le apretó cariñosamente
la mano contra su hombro.
Mi padre se sentó al lado de
mi madre y todos empezamos a cenar.
Mi madre insistió en partirle
en pedazos muy pequeños el filete a Lucy. Decía que le recordaba a cuando nos
daba a mi hermano y a mí de comer.
Mi madre empezó a contar
historias de cuando éramos pequeños y mi padre se reía a carcajadas y mi
hermano y yo nos poníamos rojos como tomates de pura vergüenza. Teresa se reía
de vez en cuando y nos miraba a los dos.
No hablé en toda la cena
simplemente porque no tenía nada que decir. Mi hermano hablaba de vez en cuando
para completar las frases o las historietas que contaba mi madre.
Yo me comí mi ración y me fui
al baño a lavarme los dientes. Nadie se dio cuenta de mi ausencia. Me dirigí a
mi habitación y me puse el pijama de terciopelo color violeta.
Cogí el ordenador portátil y
lo puse encima de mi cama. Lo encendí y me senté en mi cama con las piernas
cruzadas. En cuanto se encendió me metí en el chat y abrí la bandeja de
mensajes. Tenía un mensaje de Johnny.
Hola Alice,
¿Qué tal estás? Yo estoy algo aburrido porque al ser
nuevo en la ciudad no conozco a mucha gente y me preguntaba si no te importaría
enseñarme un poco la ciudad porque no sé ni donde está el centro comercial.
Si te parece bien, dime fecha y hora y allí estaré
para hacer turismo.
Hasta mañana.
Johnny.
No tenía ningún plan pero
también sabía que no tardarían los profesores del instituto en empezar a poner
exámenes para los que tendría que estar metida en casa estudiando. No le
respondí al mensaje porque me lo tenía que pensar y si eso, se lo decía en el
instituto.
Me conecté al chat. Había
gente de mi clase, familiares y amigos conectados. La primera que me habló fue
Ariadna, una compañera de clase. Estaba con ella en las clases de literatura,
francés y matemáticas. Estuvimos hablando sobre el libro que nos teníamos que
leer.
-Toc, toc -dijo Teresa
mientras entraba lentamente a mi cuarto y tocaba con sus nudillos mi puerta.
Alcé la mirada pero la bajé al segundo para leer el último mensaje que me había
enviado Ariadna -¿Te pasa algo? En la cena no has abierto la boca y te has ido
sin decir nada -dijo mientras se sentaba a mi lado.
-¿No tienes algo que
contarme? -inquirí en voz baja mientras tecleaba en el ordenador portátil.
-Puff, no sé. ¿Acaso hay algo
que deba contarte?-preguntó confusa.
-Yo creo que es normal que me
cuentes si te has liado con mi hermano, ¿no crees?-dije alzando un poco más la
voz y mirándola a la cara.
Bajó la mirada en cuanto
pronuncié esas palabras pero yo le cogí de la barbilla para verle el rostro.
-¿No pensabas decírmelo?
-Te lo hubiera contado si
hubiera sabido que lo sabías.
-O sea que si no lo hubiera
sabido, ¿no me lo hubieras dicho?-inquirí con voz grave y a la vez algo
furiosa.
-Tu hermano me dijo que no te
lo dijera porque te enfadarías con los dos -fruncí las cejas y desvié la mirada
hacia la pantalla del ordenador. Leí el último mensaje y lo contesté.
-Alice lo siento mucho. Sabes
que sino te lo habría contado.
Apagué el ordenador y lo dejé
encima de mi escritorio.
-No te preocupes, lo
entiendo. Una promesa es una promesa. Pero tan solo respóndeme a una cosa. ¿Qué
ha pasado? -dije mientras me volvía a sentar en mi cama.
-Te dormiste y llevamos a Lucy
a tu cuarto porque Robert me había dicho para ver una película de miedo en su
cuarto. Y bueno ya sabes lo que pasa cuando te asustas por lo que pasé toda la
película abrazada a tu hermano. En cuanto terminó, él me empezó a hacer
cosquillas y a asustarme con la voz de un monstruo que salía en la película -me
explicó mientras jugaba con los mechones de su pelo castaño-. Yo empecé a tener
frío y a deprimirme por lo de mis padres y entonces nos metimos dentro de la
cama y él me abrazó y bueno el resto ya lo sabes. Creo que es el primer chico
que me ha escuchado mientras le cuento mis inquietudes.
-Gracias por contármelo.
A los 5 minutos, mi madre
tocó la puerta.
-Hola chicas, ¿os interrumpo
algo?
-Claro que no mamá. Pasa.
-Tan solo venía a preguntar
dónde quería nuestra invitada dormir -dijo mientras le guiñaba un ojo a Teresa.
-A mí me da igual -dijo
encogiéndose de hombros.
-En el salón tenemos el
sofá-cama. Es bastante grande por lo que podéis dormir allí tu hermana y tú.
-Vale, me parece perfecto, no
quiero ser tampoco una molestia.
-Cariño tú no eres ninguna
molestia, eres nuestra invitada. Nos sentiríamos fatal dejándote sola con tu
hermana en tu casa vacía sabiendo lo mal que lo debes de estar pasando en estos
momentos.
Salió por la puerta de mi
habitación y entró en su cuarto. Un par de minutos después salió con unas
mantas y las bajó al salón y las empezó a poner encima del sofá-cama.
Cuando fueron las once de la
noche, todos nos fuimos a la cama. No podía dormir y no paraba de dar vueltas
en la cama. Oí pasos y después oí un pequeño sonido y se abrió una puerta.
Mi puerta estaba entre
abierta por lo que pude ver a Teresa entrando en la habitación de mi hermano.
No me parecía bien que
estando sus padres desaparecidos, estuviera ligando con mi hermano.
Me levanté de mi cama y me
dirigí hacia la habitación de mi hermano.
Giré el picaporte
silenciosamente y abrí la puerta. Estaban los dos sentados en un borde de la
cama. Robert estaba abrazando a Teresa y la apretaba contra su pecho. Teresa
estaba llorando y tenía una mano alrededor de la nuca de éste. Sus lágrimas
caían en la parte del cuello del pijama de mi hermano.
En cuanto entré, Robert alzó
la mirada hacia mi posición y acto seguido la volvió a bajar.
Me quedé paralizada al lado
del marco de la puerta. No sabía qué hacer, entrar y sentarme al lado de Teresa
o darme media vuelta y meterme de nuevo en mi cama.
Al cabo de unos minutos, me
adentré en la habitación y abracé a Teresa.
Entraban rayos de sol por la
ventana y yo me encontraba en mi cama espatarrada y con las mantas medio caídas.
Apagué de un golpe el despertador y me estiré en la cama. Me levanté y me vestí
para acto seguido ir al baño a arreglarme. En cuanto salí del baño, hice lo de
todas las mañanas. Entrar en el cuarto
de mi hermano a despertarle. Le quité de un tirón todas las mantas y él pegó un
salto. Me miró enfadado y al ver que no le iba a devolver las mantas y que no
le iba a dejar dormir, se levantó murmurando palabrotas por lo bajo y se fue
directo al baño. Yo bajé a la cocina para desayunar y vi desayunando a mis
padres, a Teresa y a Lucy.
Me cogí un bol del armario de
encima de la encimera y me puse leche en él. Lo metí en el microondas y cogí
una magdalena de una estantería. Me cogí una silla del comedor y la llevé para
ponerla en frente de la mesa de la cocina.
En cuanto yo terminé el
desayuno, subí las escaleras y a mitad de camino me encontré con Robert. Éste
me dio una colleja en la nuca y yo un golpe con el codo en sus costillas.
Entré en mi habitación y guardé
los libros que hoy iba a necesitar en mi mochila de tela. Me la colgué a los
hombros y bajé las escaleras. Teresa y Lucy ya me estaban esperando en la
entrada y Robert estaba engullendo su desayuno. Cogí mi abrigo del perchero de
madera y me puse un gorro de lana rosa claro. Cogí las llaves de mi coche del
cuenco y abrí la puerta pero antes de que pudiera dar un paso hacia el suelo
frío del porche, mi madre me cogió del brazo.
-Alice, esta noche ha helado
así que conduce con cuidado, ¿vale?
-Sí mamá, no te preocupes -le
prometí mientras salía a la congelada calle.
Estábamos en invierno era
normal que helara. Mi madre seguía pensando que era tan tonta como mi hermano.
Yo me monté en mi asiento y
Teresa en los asientos de atrás con su hermana. Mientras Teresa estaba atándole
el cinturón a su hermana, Robert salió con un paso ligero de casa mientras se
ponía el abrigo y la mochila. Se sentó en el asiento del copiloto y cuando
todos estuvimos listos, arranqué el motor.
Las ruedas se patinaban por
el congelado asfalto por lo que tuve que conducir muy despacio y con mucha
cautela.
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